¡Vacunas sí, propagandistas no!
Ayer tomé la decisión de no acudir a vacunarme en el programa de AMLO y sus servidores de la nación. Me parece indignante. Buscaré otras opciones para mí y para mi familia, aunque la decisión es estrictamente personal.
Cierto, el tema es personal, me conozco. Alguna vez tiré frente a unos soldados la papelería electoral cuando, siendo representante de un amigo candidato del PSUM (¿se acuerdan?) nos sacaron de la casilla a la hora de abrir las urnas para la revisión y el conteo.
Sí, me conozco, seguramente ante la condicionalidad de que me tomen alguna foto, o quizá la sola presencia de esos muchachos, contra los que nada tengo, pero sí contra la transgresión democrática que representan, los mandaría a la chingada y les diría que se metan la vacuna en ese de los nueve orificios corporales que primero se les vino en mente.
Lo interesante es que es un tema con potencial efecto político. Conforme avance la vacunación se irán dando cosas indignantes, como las que ya han socializado algunas personas que se han molestado, pero también por aquellas personas, como Lorenzo Meyer, a quienes alguna vez admiramos y hoy han devenido en vulgares propagandistas del régimen. Recuerdo su sentido de independencia de los gobiernos cuando, después de entusiasmarse con ser mi evaluador, se retractó en cuanto supo que yo trabajaba para un gobierno. Pureza intelectual, pensé entonces. Después de leer su mini crónica sobre su vacunación esplendorosa, no pude evitar responderle en Twitter: ¡A lo que has llegado, Lorenzo!
Así es compañeros. Lo hemos dicho antes, el tema de la pandemia, y más específicamente el de las vacunas, tiene potencial efecto en la lucha por el poder. El uso electoral descarado de la vacuna, es un exceso que muchos tendrán que aceptar. Otros buscaremos alguna otra alternativa, o nos llevará la chingada con toda la dignidad y congruencia con la que hemos vivido. Que a fin de cuentas, ya vivimos y ¡nos la pasamos un poquito mejor, que a toda madre!
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