Si no puedes convencerlos, confúndelos. – Marcos Mundstock

 

Hace ya semanas que se maneja, en círculos de la oposición, la poco afortunada metáfora sobre el grado de cocción del arroz, para indicar que nada está decidido de cara a la elección del próximo día 2. En el debate del pasado domingo, Claudia enfocó la situación en sentido absolutamente contrario: todo estaría resuelto. Incluso cierta prensa afín ha estado afirmando, con bastante osadía, que el tercer encuentro entre candidatos fue un simple paso más hacia la ineludible victoria de la 4T.

 

Con los datos de SABA Consultores en la mano, cuyo trabajo de campo se realizó al día siguiente, podríamos concluir que la ganadora del debate fue Xóchitl, pues registró una alerta positiva y valor récord en intención de voto, y repitió aviso favorable en la respuesta espontánea, en este caso con clara tendencia al alza hace semanas. Claudia, en ese mismo apartado, también recibe advertencia positiva, con lo que podemos reafirmar lo que ya sabíamos: que gran parte del voto de ambas es voto duro, y que ese voto se sigue endureciendo. Por lo demás, debate, falta de agua, violencia y campañas políticas fueron los asuntos que captaron la atención ciudadana, con mención explícita a la multitudinaria muestra de músculo de Xóchitl en el Zócalo, que, con todo y eso, no sabemos si le alcanzará.

 

En términos partidistas, también resultó favorecida la oposición, en particular el PAN, en cuanto a identificación, y la coalición representada por Xóchitl en intención de voto para las legislativas. Este es un punto importante, sobre el cada vez más usado concepto de un “voto oculto” que podría hacer que las distancias minoraran. Es posible que así suceda en las presidenciales, pero es seguro, y así lo respaldan los datos, que ya está sucediendo en Congreso y Senado, lo que quiere decir que un sector relativamente amplio de personas apoyará a Claudia, pero no a Morena para las cámaras. Una cuestión, la de las mayorías en las cámaras, de importancia capital, que tuvo en el debate, casi de puntillas, una tímida aparición cuando se planteó la eliminación de los plurinominales.

 

Desde la óptica de la ciencia política, la controversia sobre los plurinominales es lícita. En su origen fue un modo de otorgar representación a la oposición frente al rodillo del PRI, pero también una simulación participativa, en la que el tricolor, “graciosamente”, permitía una ficción opositora. Medio siglo después, se supone que se ha avanzado en las garantías democráticas, pero las circunstancias invitan también a pensar que su eliminación es una forma de regresión, esto es, un intento por parte de la 4T de hacer valer su hegemonía en proporción a su mayoría, minimizando a la oposición.

 

Dicho de otro modo: en los casos en que la alternancia y el sano equilibrio entre opciones políticas están garantizados, la representación plurinominal puede ser un obstáculo para la estabilidad; pero en el caso que nos ocupa, que dista mucho del anterior, la propuesta de eliminarla suscita la sospecha de un intento de Morena por consolidarse como partido hegemónico. Lo cual es cualquier cosa menos sano. Concuerda con las sospechas de autoritarismo que señaló Xóchitl con gran acierto el domingo. Sheinbaum se acordó del 68, pero omitió que muchos personajes de Morena estuvieron en aquel PRI y en el del Corpus sangriento del 71. Memoria selectiva.

 

Por otra parte, lo que no tengo nada claro es que estos signos de mejoría opositora sean fruto del debate del domingo, que para empezar no ofreció solución alguna al asunto capital sobre el que versaba el encuentro, el más inquieta a los mexicanos, y que sin duda es el problema número uno de la Nación: la inseguridad. El formato no ayudó nada. Haciendo honor a la cazuela donde se supone se prepara el arroz del día 2, fue un batiburrillo desordenado, que parecía invitaba a la confusión. Máynez quiso atraerse tanto a los jóvenes, que abusó (verbalmente) de la marihuana.

 

Estuvo voluntarioso, y desde luego está claro que sus votos restan a la oposición y no a la 4T. Claramente Claudia fue la que más propuestas ofreció, aunque su frialdad contrastó con el entusiasmo de Xóchitl, que propuso menos porque se centró en los ataques. Aun así, esta última estrategia, que no solo se dio el domingo, sino que predomina en la campaña, es la que pudiera estar funcionando para la candidata del frente. Yo, sinceramente, no creo que se vaya a producir el esperado vuelco, aunque desde aquí hemos repetido hasta la saciedad que los respaldos de la 4T han cambiado radicalmente desde que venció AMLO, y por ello Sheinbaum pudiera gozar de menos intención de voto de la que parece. Creo que pudieran aminorarse las distancias, pero no tanto.

 

A pesar de eso, el triunfalismo es mal consejero. La insistencia de Claudia en que el evento del día 2 es un puro trámite tiene varias vertientes interpretativas. A primer golpe de vista, pareciera una actitud soberbia de quienes dan por hecho un triunfo arrollador, que sin duda podría producirse. Pero podría ser, también, un error estratégico grave, porque se contradice con el llamamiento a la participación masiva, que es la mejor manera de asegurar la victoria para la candidata de Morena. Dar por descontado el triunfo no ayuda en modo alguno a movilizar a los grandes segmentos abstencionistas que la respaldan. De grandes cenas, y de excesos de confianza, están las sepulturas llenas, y AMLO debería saberlo por sus experiencias previas.

 

Lo posible es un concepto más amplio que lo probable. Quien no lo tiene en cuenta, se lleva sorpresas.