Se mide la inteligencia del individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar.- Immanuel Kant

 

Estamos ya a las puertas del gran evento del próximo domingo, en el que se resolverán todas las elucubraciones que hemos hecho acerca de su desenlace. Es así, la lucha contra la incertidumbre preside nuestra existencia.

 

Desde la antigüedad, la humanidad ha vivido bajo la obsesión de conocer por anticipado sus caprichos, precisamente para escapar de esa falta de certeza. Oráculos, profetas, arúspices, han interpretado de variadas formas aquello que iba a suceder, y en general, casi siempre han dicho cualquier cosa, por más que lo revistieran de seriedad. El peso de la duda ha puesto a más gobernantes de lo que nos imaginamos en manos de charlatanes. En la antigua Roma, los adivinos se dedicaban a regalar los oídos de los emperadores, porque, aunque realmente no tenían ni idea de cuál iba a ser el futuro del César, sí tenían claro que el suyo propio podía ser muy negro si sus vaticinios eran negativos. Los nuevos adivinos del mundo político actual son los llamados estrategas, que, para no poner en riesgo su puesto, prefieren dibujar al candidato un porvenir prometedor.

 

Es curioso: gobernantes y aspirantes a serlo de hoy funcionan igual que los de hace milenios. Se obsesionan por saber qué les deparará el mañana, en lugar de anticiparse a los inconvenientes atendiendo a lo que está sucediendo hoy.

 

Todos, de alguna manera, somos hijos de esa gran duda, pero la anterior digresión viene al caso porque en este día ya tenemos los últimos datos de SABA Consultores antes de la elección. La ciencia y el dato, si sabemos interpretarlos, nos pueden aliviar las incertidumbres. No resolverlas, como ya he dicho, pero sí, y ya hablo de los candidatos, permiten actuar con previsión y detectar, y por tanto anticiparse, a los riesgos. Eso es lo que pocos entienden: en una sociedad líquida y dinámica, donde los cambios se producen a gran velocidad, la cualidad esencial de un sondeo de opinión no es la predictiva, y menos a largo plazo. Es la anticipativa.

 

El monitoreo de SABA de ayer nos transmite una sensación de estabilidad, con pocos avisos. Bueno para Claudia, malo para Xóchitl. Esta última registra una muy moderada serie por encima de su media, en el “Top of mind” de aspirantes. Parece insuficiente para recortar distancias, pero es más que probable que si hubiera atendido avisos similares que se han dado con anterioridad, podría haber interpretado los motivos y potenciar las estrategias que la favorecían. En consecuencia, la estabilidad que presenta a día de hoy la intención de voto, y las distancias seguramente insalvables entre las dos punteras, podrían no haber sido tales.

 

Sin embargo, con los datos que manejamos hoy, todo indica que la victoria de Claudia será incontestable. Las Cartas de Navegación nos revelan que las fortalezas y debilidades de ambas se agudizan, fruto de la polarización que, gracias a AMLO, preside la política mexicana. Xóchitl confirma su fortaleza entre los de más estudios y quienes tienen más ingresos, y su debilidad en los segmentos contrarios. Al revés sucede con Sheinbaum.

 

La mencionada polarización produce alertas negativas para Andrés Manuel, en desaprobación y en el rubro de mejores políticos. No tienen consecuencias para la candidata de Morena. La atención de los ciudadanos se centró en las elecciones y, como siempre, en la inseguridad. Una cuestión que es la mayor preocupación de los mexicanos y el mayor fracaso del sexenio, pero sobre la que se ha pasado de puntillas durante la campaña, en especial en cuanto a la violencia electoral, realmente impropia de una democracia medianamente asentada. Lo cual nos dice, una vez más, que la transición en México sigue inconclusa.

 

No obstante, por más que sea previsible el triunfo de Claudia, en unas elecciones influyen muchas variables y siempre las condiciona la incertidumbre. El gran legado de AMLO, la mencionada polarización, nos deja un México con una gran clase dependiente y otra, mucho menos numerosa, privilegiada. ¿Era esto poner primero a los pobres? En la lógica de López Obrador, consistió en reactivar el gran leviatán de la maquinaria estatal que inventó el PRI, para ponerlos primero en la fila para votar: veremos en qué medida lo logra. Decía el gran Jorge Bustos que tendemos a confundir los apocalipsis personales con los colectivos, y de ahí se nutre el populismo; pero que también tomamos por prosperidad general la nuestra, y de ahí nace la desafección.

 

Esos son los dos polos en que la 4T ha dividido a México. Lo que pueda pasar de aquí al domingo es impredecible, lo que sí sabemos, más o menos, es lo que pasaría si se votara hoy. La pasividad de los sectores que respaldan a Sheinbaum no parece suficiente para que se traduzca en reducción drástica de votos. Si en estos días sucede un improbable evento de gran calibre, podrían cambiar las tornas, no sería la primera vez que sucede. Pero nunca ha sucedido ante la presencia tan amplia de un voto cautivo por los programas sociales, y una ventaja tan grande, que podría ser apabullante si Morena moviliza bien a su electorado. La gran duda es, ahora, qué pasará después del día 2. Como cada seis años, una nueva hora cero para México.