«No se debe tener ni amor ni odio hacia quienes gobiernan. Se debe tener para ellos el mismo sentimiento que se tiene por un cochero; conduce bien, o conduce mal, eso es todo”. Alfred De Vigny.
Por primera vez, señor López Obrador, los signos de su desgaste no se reducen a uno o dos indicadores aislados y resultan generalizados. En algún caso alcanzan valores negativos récord. No lo recibo ni con alborozo ni con tristeza, porque como bien dice en la frase que antecede al texto el dramaturgo francés Alfred de Vigny, no son sentimientos que sea lógico ni sano manejar con respecto a los gobernantes. Los recibo con preocupación y con cierta perplejidad. Lo segundo, porque a la vista de los hechos me sigue pareciendo un desgaste suave en relación con el modo de manejar los acontecimientos que hace tiempo está teniendo usted como Presidente.
Mientras escribo estas líneas, por ejemplo, vuelvo a escucharlo como un rey medieval con poderes taumatúrgicos decir que no mentir, no robar y no traicionar son las mejores maneras de no contraer el Covid19. Ojalá fuera así, pero me temo que ni aun en esas, don Andrés, se salvaría del contagio por ninguna de las tres premisas. Estamos en un momento, como veremos, delicadísimo en la evolución de la pandemia en México, como para insistir en esas cantinelas vacías y anticientíficas.
En cuanto a la preocupación por los datos de hoy, y habrá quien no me crea, se debe principalmente a que, viendo su rumbo y su actitud, tampoco esta vez va a hacer caso a la enorme utilidad preventiva que tienen los monitoreos de SABA. Así que me limito a constatar, con la misma frialdad que De Vigny, que el cochero conduce mal, y probablemente siga haciéndolo, para desgracia de la nación que gobierna. Por eso los datos son motivo de preocupación, no solo para usted, señor López, sino para todos los mexicanos.
Una vez aclarada la ausencia de regocijo por mi parte, me apresuro también a anticiparle algo, a usted y a ciertos lectores, que al parecer no lo son sólo de mis artículos, sino también de mi pensamiento y mis deseos: los datos del monitoreo de hoy no reflejan una situación irreversible ni permanente, pero sí desde luego inédita. Siempre es más importante la tendencia que el dato en sí, lo mismo que en una película lo importante es la dirección del argumento y no un determinado fotograma. Siempre, claro, hay giros argumentales, pero fiar el gobierno de una nación a una especie de “deus ex machina” o a un milagro salvador no parece lo más conveniente.
Y es, en esta ocasión, interesante considerar el sentido en el que se rompe la estabilidad previa y quiénes son los protagonistas de la ruptura. En ambos casos, señor Presidente, lo más sugestivo es que aparentemente se debe a un desánimo de quienes le estaban favoreciendo hasta ahora.
Repasemos las principales variaciones. En primer término, una serie por debajo de su promedio en aprobación, con suave pero continuada tendencia a la baja, y a punto de culminar en advertencia negativa: es decir, el número de sus seguidores está decreciendo. Hay otra advertencia desfavorable en su calificación media, generada por la alerta negativa en calificaciones altas: quienes le estaban otorgando buena nota, también pasan súbitamente a ser menos. Además, se produce un descenso en el indicador de mejores políticos, y hay que añadir un aviso negativo más, en este caso para Morena, en preferencias electorales. Todo sugiere, por tanto, que es entre sus seguidores y no entre sus detractores donde está el origen de estos cambios, que tal vez sean el inicio de una decepción, ya veremos si más o menos pasajera, entre ellos. Como corolario, podemos añadir la alerta negativa en el indicador de peores políticos, que en este caso sí se debe a una agudización de las malquerencias, fruto de una polarización que usted mismo atiza y fomenta a cada momento.
A resultas de todo esto, se dan dos hechos curiosos: pasa usted, don Andrés, a liderar en la encuesta la clasificación de peores políticos, compartiendo el triste honor nada menos que con EPN y con Salinas de Gortari; y en ese mismo indicador se produce una advertencia negativa para el eximio López Portillo, tal vez en un reflejo inconsciente del que bien pudiera su poco halagüeño modelo de gobierno. Quién lo iba a decir, lo que los datos han unido que no lo separe el hombre.
Si entramos en el detalle de quiénes protagonizaron y propiciaron en mayor medida esta serie de avisos que usted recibe, encontramos algunos sectores que son denominador común en casi todos ellos: la llamada Generación X, entre los 39 y los 50 años, los usuarios de internet, y los que poseen más estudios. La presencia del estrato de mediana edad, generalmente gentes consolidadas en el mercado laboral y con responsabilidades familiares, es el probable reflejo de la inquietud de un ambiente social que ve cómo muchas de sus certezas están en riesgo. Indica también un sector de amplio espectro económico, pero desasosegado tanto por la crisis como por sus decisiones, por acción o por omisión.
Señor Presidente, está usted perdiendo sectores que antes eran sólidos, de los que apenas quedan los seguidores de Morena, cuyo número también se ha visto mermado. Su fuerza se basa ahora en que su apoyo es muy transversal y llega a muchos estratos, pero sin tener especial implantación en muchos de ellos. En cambio, ha retrocedido en el mencionado sector de mediana edad, entre quienes trabajan fuera, los empresarios, los usuarios de internet y quienes han perdido el interés por la política. Quienes manejan las redes representan, para bien o para mal, a los que más acceso tienen a la información; el crecimiento del desinterés por la política puede ser un posible efecto de la decepción con su labor; y el resto de sectores mencionados tienen gran vinculación con la actividad productiva, lo cual es harto expresivo.
De estos cambios de orientación de la opinión pública, don Andrés, quizá lo más grave para usted sea que el centro del país, en especial la Ciudad de México, parece haberle abandonado definitivamente, hecho de gran peso cualitativo y cuantitativo. Sabemos que la intelectualidad, muy responsable de su triunfo, también hace tiempo que se muestra muy incómoda con usted. Si la capital federal, otrora joya de la corona, los medios de comunicación y los de mayor formación académica se vuelven en su contra, y sus seguidores empiezan a adoptar una actitud pasiva, puede usted empezar a verse por primera vez en problemas serios.
Además, en el peor contexto: una crisis generalizada que puede actuar al mismo tiempo como causa y como efecto. Y esto no es sólo una mala noticia para usted, sino para todos los mexicanos, y es por esa razón que no me alegra y le vuelvo a recomendar que atienda a estos síntomas antes de que la dolencia se haga irreversible. Yo no quiero ni su amor ni su odio, ni corresponderle en ninguna de las dos cosas: quiero que conduzca bien, simplemente.
Hay, por si fueran pocos, un dato preocupante más: el porcentaje de quienes tienen familiares con fiebre o tos seca aumentó súbitamente, hasta un 6,5 %, que triplica el promedio previo. Naturalmente que estos síntomas pueden ser causados por otras enfermedades o alergias además del Covid19, pero es obvio que también era así durante las doce semanas anteriores en que hubo estabilidad. Que esta alerta coincida con lo que incluso Gatell ha reconocido como el peor momento, lamentablemente no invita a pensar en la casualidad. Máxime si ayer mismo se superaron por primera vez las mil muertes confirmadas en un día. Como Gatell, acertadamente, explicó, los fallecimientos no son todos de ayer, sino que ayer fueron notificados los de muchos días. Es cierto. Pero también es obvio que en las noventa y seis conferencias de prensa anteriores sucedía lo mismo, con lo cual no han cambiado las condiciones de notificación. Es, por tanto, evidente, que bajo las mismas premisas se produjo un repunte terrible que obliga a estar muy atentos a este indicador.
Resultó que gobernar era esto. Qué decepción, don Andrés, la mayor parte de las veces son jugadas obligadas. Felipe González, el expresidente español, lo aprendió muy bien, seguramente tenga usted modo de comunicarse con él. Donde había dicho industrialización tuvo que decir reconversión; donde había dicho “OTAN no” tuvo que retractarse y ganar un referéndum contra su propio eslogan de campaña; donde amagó expropiaciones hubo pacto social con empresarios y sindicatos, que le habían organizado tres huelgas generales; y, en fin, donde había proclamado marxismo se quedó en simple socialdemocracia. No tuvo otro remedio, qué revolución tan descafeinada.
El problema, señor Presidente, es que sigue instalado en sus sueños guajiros, pero gobernar no es estar viajando obsesionado por su agenda. Es el mundo real de los compromisos internacionales, las obligaciones económicas y los imprevistos y contingencias que sólo vienen “como anillo al dedo” si eres, en el mejor de los casos, un inepto, y en el peor, un perverso. No hace ni cuatro días que garantizó que “se domó la pandemia”. Yo, personalmente, me echo a temblar cada vez que un político garantiza algo. Es como cuando la directiva de un equipo de fútbol confirma en su puesto al director técnico: desde ese momento tiene los días contados. La única garantía que hay cuando se gobierna es que nada está garantizado y en cambio todo está sujeto a imponderables y obligaciones con las que hay que lidiar.
Del “I have a dream” de Luther King se pasa en seguida al “dream is over” de John Lennon. Estos datos son públicos, tome prevenciones, no se haga, don Andrés. Porque gobernar no era lo de los últimos 15 o 20 años. Era esto.