Podemos ver muy poco del futuro, pero lo suficiente para darnos cuenta de que hay mucho que hacer.– Alan M. Turing
Esta semana, los datos recabados por SABA Consultores nos ofrecen profusas novedades, y sobre todo nos anticipan tendencias. Que estas se mantengan o no, o hasta qué punto avancen en sus derroteros, es harina de otro costal. Estamos en un escenario voluble, y en consecuencia, difícilmente previsible. Lo digo para los que se empeñan en atribuir a las encuestas cualidades predictivas más allá de lo razonable. Estoy con el dramaturgo Fernando Travesí en que no podemos saber lo que aún no sucedió. Y aunque esto parezca una perogrullada, la verdad es que tenemos grandes dificultades para entenderlo, y desde luego para asumirlo. La encuesta como tal funcionó por un tiempo, en función de la poca movilidad de la opinión pública. Después, la clase política se empeñó en usarla no para anticipar riesgos y corregir errores, sino desgraciadamente para manipular los datos e intentar hacer Pascuas antes que Ramos. En eso estamos, en una descarada utilización de la encuesta tradicional con objetivos espurios, y en el acomodamiento a ello de la mayoría de las casas encuestadoras. Esto es así, porque a pesar de que son conscientes de su incapacidad metodológica, han encontrado en ese proceder un filón que les permite seguir manteniendo el negocio.
Por eso, cuando nos hallamos ante los datos de SABA Consultores, y sabemos de su carácter insobornable y su metodología única, lo primero es ser conscientes de que se trata de la excepción y no de la regla. Y por eso cuando los valores de AMLO son estables así se dice, y cuando sufren desgaste, como es el caso, se dice también. Las advertencias negativas generalizadas para el presidente deben obligatoriamente ponerse en relación con aquello que han tenido los mexicanos en mente. Las menciones a la violencia siguen siendo dominantes, pero hay dos hechos que se salen de esa lamentable norma: la polémica por los libros de texto y la candidatura de Xóchitl. Si hasta ahora la seguridad pública no ha sido determinante, parece razonable pensar que esas dos novedades estén golpeando a López Obrador. Xóchitl, además, iguala en la respuesta espontánea sobre preferencias para la presidencia a los dos aspirantes destacados de Morena, que son Claudia y Marcelo. Estos, en la interna, vuelven a tener tendencias divergentes: ahora, favorables al excanciller, aunque persista el empate técnico. Se moderaron los avances del PAN y mejoró el PRI, algo que no debería (en principio) incomodar a la alianza opositora. Y algo más: la tendencia de Claudia en intención de voto sigue su descenso, acortándose las todavía largas distancias entre Xóchitl y ella.
Todo esto nos dibuja un panorama apasionante, por dinámico, pero conviene no hacerse bolas: la inestabilidad reduce al mínimo la capacidad predictiva de un monitoreo, y debemos fijarnos principalmente en las tendencias, que obviamente pueden cambiar. Sin embargo, sigue presente en el comportamiento político de ambos bandos una tendencia a la polarización y al enfrentamiento que aleja las soluciones priorizando el conflicto. Se echa de menos un temperamento convergente, que no debería ser incompatible con los principios. Y creo que esto sucede porque los líderes, en especial quien ha marcado estos años la agenda, o sea, AMLO, ven ventaja en ello. Y en la oposición están cometiendo el, a mi juicio, grave error de imitarlo. Veo difícil, de esta manera, emprender un camino beneficioso para México. En todo caso, recordemos que esto son los datos de hoy, y que es imposible predecir qué pasará después. No vivimos en un mundo de inmutabilidad, sino de probabilidad. Que no les engañen.
Monitoreo Nacional 07/08/2023