Si no actúas como piensas, vas a terminar pensando como actúas. – Blaise Pascal

Los acontecimientos políticos de México en la pasada Semana Santa, presididos por el revocatorio y el revés a la reforma eléctrica en el Congreso, podían hacer presagiar un daño en la popularidad de AMLO. La realidad, sin embargo, es tozuda: los datos de SABA Consultores indican que sus valores de aprobación tan solo han regresado a los promedios posteriores al desgaste habido durante el mes de marzo. Lo cual, dicho sea de paso, admite una lectura: al presidente le afectó más la polémica sobre la casa de su hijo que el desarrollo del referéndum de revocación y la derrota en la Cámara de Diputados juntos. Tengo leído en alguna parte que ojalá el desgaste de Andrés Manuel, si llega, lo haga por causas serias y no por pendejadas. De momento, ni por lo uno ni por lo otro.

El ritmo vertiginoso de la actualidad ha borrado del mapa los efectos de la consulta del Domingo de Ramos, como nos muestra el “Top of mind”: la atención principal se centra en la votación sobre la reforma eléctrica. Pero merece la pena citar algunos conceptos que se mencionan: “la votación fraudulenta del PAN”, “el saqueo a la Nación del PRI, PAN, PRD”, o “la vergüenza del Congreso”. Todos ellos indican que la reacción de AMLO señalando como traición a la patria el simple hecho de que la oposición haga honor a su nombre, y simplemente, se le oponga, ha tenido una vez más el efecto deseado. Que no es otro que presentar a todo el que no bendiga su voluntad como un peligroso adversario.


Esta identificación entre la patria y los deseos de quien dirige sus destinos, y el señalamiento del que disiente como enemigo es un rasgo esencial de todo totalitarismo. Pero ante ello no hay de momento reacción política ni popular visible. Veíamos hace unas semanas que de algún modo Andrés Manuel era quien dependía del mantenimiento de los programas sociales, cuyos perceptores eran su fortaleza más definida. Pero esa relación tiene una correspondencia inversa: también quienes reciben las ayudas son rehenes de Andrés Manuel. Porque, como se demostró con las trágicas muertes en Chiapas, la amenaza de la pérdida de las ayudas pende como espada de Damocles, precisamente sobre los más vulnerables. Esa es la triste realidad del México de la 4T, sin que entre sus actores haya quien se atreva a dar un golpe de timón.


Postergado por los acontecimientos el revocatorio, lo obligado ahora es considerar la trascendencia de lo ocurrido con la reforma eléctrica. De momento no es mucha, dada la escasa afección a los datos de aprobación del presidente. Pero podría tenerla a medio plazo, si tenemos en cuenta a lo que están ligados esos respaldos, y también que a esa reforma le siguen las de la ley electoral y la Guardia Nacional. Se enfrenta AMLO a un bloqueo de sus proyectos estrella, sin olvidar que la violencia, mientras, sigue devorando México. Así pues, habrá que esperar para ver la verdadera dimensión del supuesto fracaso. Y para saber si realmente se conforma una alternativa capaz de revertir esa insana relación clientelar entre Estado y ciudadanos, el callejón sin salida de Andrés Manuel.


Conviene leer entre líneas en los datos de SABA: por ejemplo, la vigorosa alerta positiva de Luis Donaldo Colosio en el rubro de candidatos. O que PRI, PAN y PRD no suman, pero contando con MC tal vez sí. En las elecciones de junio podría empezarse a saber si el todo sería más que la suma de las partes. Se impone, dentro y fuera de la 4T, un análisis racional al margen de intereses, que alumbre consensos y libere rehenes. Romain Rolland advertía que la razón ilumina, pero ciega. Sin embargo, y esto lo digo yo, nada ciega más que la oscuridad del fanatismo y la polarización.