Hoy se confrontaron, en la Mañanera, AMLO y Jorge Ramos. Los dos viven como príncipes, pero discurren sobre quienes sufren las consecuencias negativas de este gobierno, en especial, los que de un modo u otro se han acercado a la muerte.
No son los únicos, en la trifulca política actual, que en su vida personal viven sin tribulaciones, y no son pocos los que, aún desde la más rabiosa oposición, merced a la polarización, en este mundo monetizable están en jauja; por algo la pregunta, ¿y cuánto gana Loret? Finalmente, para todos ellos, aplica aquello de que “las penas con pan son buenas”.
Hay otras luchas en curso, que pasan desapercibidas. Entre ellas las de la propia supervivencia individual. Permea el estrés, la angustia, pequeños empresarios se infartan y mueren sin apenas ser advertidos. Y como telón de fondo, millones y millones de mexicanos pobres, iletrados, miserables, que viven la euforia de sentirse amados por primera vez, recibiendo muestras de cariño en efectivo que, sin sacarlos de la miseria, los hace sentirse también como príncipes.
¡Vaya retos que tenemos! ¡Vaya reto que tiene la oposición! Todo está distorsionado, con excepción de lo que parece distorsionado.
Es tan desalentadora la realidad, que los opositores prefieren poner su mirada en lontananza (2 de junio), como una forma de evasión y negación.
Cuando llegue el 2 de junio, como diría Joan Manuel Serrat, el rico volverá a sus riquezas, el pobre a sus pobrezas y el señor cura a sus misas.
Salvador Borrego, Ph.D.
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