En mal reino, leyes muchas, y no se cumpla ninguna. – Dicho popular
La frase que da título a este texto es un antiguo refrán, con bastante carga de cinismo, que sin embargo se ha convertido en una suerte de lema del relativismo moral de nuestros tiempos. A López Obrador, que presume de pobreza franciscana y austeridad republicana, le viene, sin embargo, como anillo al dedo. Lo veremos después. Primero, repasando a vuelapluma los datos de SABA Consultores correspondientes al pasado día 6, encontramos pocas novedades. Alguna de ellas algo contradictoria. Por un lado, se atempera el rechazo al presidente, que registra aviso favorable en desaprobación, y que gracias a un descenso de las calificaciones bajas, también vuelve a equilibrar su calificación media. Algo más del 70 % aprueba su gestión y la nota que le ponen los ciudadanos es un 7,4.
Sin embargo, Andrés Manuel recibe una advertencia negativa en el rubro de mejores políticos, lo cual indica una retracción o un desánimo entre sus seguidores. Me temo que esto tiene que ver con una corriente general de desazón y desencanto más que con su figura política. Así parece sugerirlo que aumentó considerablemente, en el indicador partidista, el número de quienes dicen no identificarse con ninguno, paralelamente a un descenso en el interés por la política que va a parar hasta un aviso negativo. Las Cartas de Navegación Política arrojan pocas novedades, salvo quizá la culminación de la reconfiguración de los respaldos de AMLO.
Tanto en aprobación como en calificaciones altas los de menos estudios y los de más edad se unen como sus fortalezas sólidas a los morenistas y, por supuesto, a los perceptores de apoyos. En el lado opuesto, son debilidades claras quienes trabajan fuera y los de más estudios. En la correlación de fuerzas de cara a la elección del 24 también se refleja esa corriente de cierto abatimiento y languidez. Claudia ha moderado sus números, y ese descenso sería la primera condición sine qua non para alguna opción de Xóchitl. Sin embargo, no se cumple la segunda, que es que la candidata del frente mejore sus porcentajes. La principal oposición no ilusiona, y MC sigue aún más lejos de hacerlo. Dicen las malas lenguas que Luis Donaldo se olió la tostada, y puede que Samuel no. Quién sabe.
La atención ciudadana continúo muy centrada en la catástrofe de Acapulco, lo cual espero sea la causa de la alerta positiva en la preocupación por la inseguridad, justo cuando acaba de conocerse el dato de que México, por sexto año consecutivo, superó los 30 mil asesinatos. Aún así, el aplauso ciudadano a quien se muestra inútil para atajar la situación me sigue pareciendo vergonzoso y vergonzante.
Y no sólo por esto. Por una vez, y sin que sirva de precedente, he de mostrarme de acuerdo con el nefasto Zedillo en que el manejo por parte de la 4T de los recursos públicos es lamentable. Pero lo más preocupante es el deterioro aparentemente imparable de la ya de por sí escasa calidad democrática, empezando por la separación de poderes. Norma Piña aceptó la utilización de los fideicomisos para mitigar los daños de Acapulco, lo cual es una claudicación por parte del poder judicial que abre una puerta de consecuencias inciertas.
Con la propuesta se barre bajo la alfombra de un plumazo la mala gestión de la catástrofe, la improvisación obligada por la desaparición del Fonden, y la demagogia que supone hacer caridad con dinero ajeno. Y sobre todo quita el foco del verdadero problema: la esquilmación sistemática del erario por parte de la 4T, que ya no sabe de dónde sacar el dinero para sostenerse. El fideicomiso se va a desaparecer, y ahora con el beneplácito de Norma Piña, que no ha sabido o querido esquivar la trampa. Claro que ya saben ustedes lo que es lo primero. Lo dice el refrán.