El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, producto de un proceso democrático, no de una revolución, pretende una gran transformación a la vida política del país, de las dimensiones históricas de la Independencia de Hidalgo, la Reforma de Juárez y la Revolución de Madero.

 

Hay quienes sostienen que la izquierda llegó al poder. Un sueño acariciado por muchos de los viejos militantes que vienen desde el Partido Comunista Mexicano y de otras versiones del socialismo. En los ojos de algunos de ellos, vi brillar la ilusión del triunfo en la elección presidencial del 2006. ¡Ojos que ya no vieron el triunfo del 2018!, para su bien o para su mal. El tiempo lo dirá.

 

Cuando discuto con mis amigos de izquierda de toda la vida, me muestran su molestia cuando cuestiono las formas de decisión de AMLO. Un esquema prevalece en mis críticas: la idea es muy buena, pero la implementación es equívoca y a veces absurdamente ridícula: la consulta para decidir la cancelación del NAIM, la consulta a la Madre Tierra para el Tren Maya, las consultas a mano alzada entre asistentes a un mitin, etc. Cuando cambia la actitud de mis amigos para hacerse más receptiva, es cuando les advierto: mi temor es que, como consecuencia de la 4T, México quede vacunado contra la izquierda.

 

No me quiero perder en enjuiciar la autenticidad democrática de AMLO, de Morena o de la 4T. Es común que se privilegie la democracia desde la oposición y el control político desde el poder. Es finalmente la misma vieja historia; una lucha por el poder y la gloria, parafraseando aquella hermosa canción tema de la película Casa Blanca (As time goes by).

 

Quiero sí, concentrarme en el propósito de mantener el poder, que tiene mucho que ver con mantener unido al partido MORENA, que muestra hoy claros signos de división interna y se encuentra ante una decisión fundamental: la renovación de su dirigencia.

 

Ha sugerido el presidente AMLO a su partido que determinen a los nuevos jerarcas a través de una encuesta. La idea es buena; pero los múltiples antecedentes que tenemos, entre los que destaca la decisión de la candidatura a la gubernatura de la Ciudad de México, nos sugiere que la implementación podría ser francamente cuestionable.

 

Tenemos elementos de sobra para anticipar que, el método de encuesta que MORENA ha aplicado en el pasado, es garantía de rupturas al interior del partido. Por supuesto que la nomenclatura de MORENA aseguraría que gane quien ellos quieran, pero a costa de la unidad del partido, poniendo en grave riesgo el futuro político de su pretendido histórico proyecto.

 

Pues bien, recalco que la idea de decidir con base en encuestas es excelente, y debería ser aplicada por otros partidos en los procesos de toma de decisiones, pero que debe hacerse de un modo que garantice la transparencia y credibilidad de la decisión, como una forma que dé las mayores garantías de mantener la unidad y fortaleza de sus partidos. Mi sugerencia es la siguiente:

 

  1. Debe definirse un periodo de elección. Durante ese periodo debe realizarse el trabajo de campo de la encuesta. Una semana es muy buena opción.
  2. El cuestionario de la encuesta debe contener una batería de variables demográficas con preguntas tales como: edad, sexo, escolaridad, nivel económico, ciudad y estado de residencia, antigüedad en MORENA, etc.
  3. La pregunta central y única para efectos de la decisión, debe ser la que muestre los candidatos a los entrevistados y les solicite a quien prefieren para dirigir a MORENA.
  4. Deben olvidarse de varias preguntas para ponderarse, porque esto es una falta de respeto a los militantes y genera un natural escepticismo.
  5. El marco muestral debe ser el padrón de militantes de MORENA.
  6. El muestreo aleatorio debe ser Sistemático.
  7. Debe decidirse un tamaño de muestra para la encuesta. Entre 1200 y 2000 sería más que suficiente.
  8. Durante el período eleccionario (digamos de una semana) se realizarían cuatro mini encuestas de tamaño 300 en caso de que el tamaño de muestra fuera 1200, o de 500 en caso de que fuera de 2000.
  9. Las mini-encuestas se deberían realizar cada tercer día y los resultados parciales hacerse del conocimiento de los candidatos a la presidencia del partido.
  10. Al completar las cuatro mini-encuestas se reúnen las bases de datos y se conforma la encuesta que finalmente dirá quién es el triunfador, si y solo si no hubiera empate técnico.
  11. En caso de empate técnico, deberá realizarse otra mini encuesta, que deberá combinarse con las anteriores tres, para conformar de nuevo una encuesta del tamaño acordado, y verificar si se rompe el empate técnico. A mayor tamaño de muestra menor la posibilidad de que se registren empates técnicos. Si persiste el empate técnico realizar otra mini-encuesta para la decisión final. Este criterio puede ajustarse en común acuerdo con los candidatos.
  12. En el propósito de darle mayor certeza y transparencia al proceso, se puede también hacer lo siguiente:
  13. Definir, adicionalmente al período de elección, un período de campaña, durante la cual se realicen también mini-encuestas y se hagan públicos sus resultados en forma de Monitoreo.
  14. Lo anterior permitiría que los candidatos sigan la evolución de la correlación de fuerzas, asociando los avances y retrocesos de ellos mismos y de sus adversarios, con los acontecimientos y sus propios actos de campaña. Adicionalmente los militantes, observadores y analistas, tendrían la oportunidad de valorar la razonabilidad de los resultados de las mini-encuestas.
  15. Si durante el período de campaña se realizan al menos doce mini-encuestas, podrían realizarse también Cartas de Navegación Política que mostrarían la evolución de la Correlación de Fuerzas en los diferentes estratos sociales, fortaleciendo la credibilidad de los resultados, y dando a los contendientes la oportunidad de ajustar sus estrategias y tácticas en un esquema de piso parejo.
  16. Durante el proceso, a la luz de resultados adversos, algunos contendientes podrían voluntariamente retirarse de la contienda, reduciendo las opciones a los electores. Esto sería similar a la idea de segunda vuelta en una elección.
  17. Quienes presenten los resultados al público y den todas las explicaciones metodológicas requeridas, deberán ser los encuestadores profesionales contratados y no las autoridades del partido.

 

Hasta aquí lo que comenté en agosto del año pasado. Hoy, a unos días de conocer el desenlace de este tema, hago votos porque, al margen de los resultados, apreciemos las bondades, tanto democráticas como económicas, de realizar elecciones usando encuestas o, mejor aún, utilizando Monitoreos Estadísticos y Cartas de Navegación Política, esto es, utilizando mi metodología.