Lo sabe todo, absolutamente todo. Figúrese lo tonto que será. – Miguel de Unamuno.

La medición de SABA Consultores del pasado lunes representa, en cuanto a la percepción sobre AMLO, prácticamente un calco de la anterior. Todos los indicadores principales del presidente permanecen casi en idénticos guarismos, y en general, la estabilidad es el tono principal.


Apenas unos repuntes a favor de Claudia Sheinbaum en intención de voto y poco más, porque los cruces electorales planteados siguen en términos similares en cuanto a relación de fuerzas. No obstante, aunque cuantitativamente nada ha cambiado, desde el punto de vista cualitativo se sigue produciendo un fenómeno ya observado hace tiempo: la lenta reconfiguración de los respaldos de Andrés Manuel.

 

Las Cartas de Navegación Política nos informan de que están yendo a peor en Ciudad de México, el Noreste y el Occidente, y en general en las zonas urbanas. Movimientos que se ven compensados con las mejorías en Veracruz, el Sureste, entre los de más edad, los que no tienen estudios y las áreas rurales. La suma es la misma, pero el contenido no, y esto es más relevante de lo que parece.

Desde mi punto de vista, sigue siendo muy llamativo que con los terribles acontecimientos de los últimos días no se esté produciendo una reacción en contra de AMLO, que, hay que insistir en lo obvio, es el máximo responsable (que no es lo mismo que culpable) de cuanto sucede en el país, incluido el drama migratorio.


El “Top of mind” de hechos relevantes nos indica que la tragedia de los migrantes no pasó desapercibida, al igual que el asesinato de los sacerdotes, que sigue presente, junto a menciones a la violencia en términos generales. En consecuencia, la ausencia de rechazo ante esta situación no se debe al desconocimiento, sino a una especie de olvido deliberado, de mirar para otro lado.

La aprobación al presidente bajo cuyo mandato suceden estas y otras carnicerías empieza a equivaler ya a un silencio cómplice e ignominioso. Casi colaboracionista. Convengamos en que la sobreexposición a la que se somete AMLO a los medios, con su púlpito de cada mañana, está muy calculada y es una estrategia que tiene mucho que ver con la soberbia. Pero también con la legión de alzacolas y aplaudidores que fomentan esa altanería mientras la nación sigue patas arriba.

Ese endiosamiento le permite, hace tiempo, marcar la agenda política y periodística a base de cortinas de humo que esconden, día tras día, semana tras semana, las lacerantes realidades que vive el país que se supone que gobierna.