Peña se dirige a la nación en un discurso plagado de errores – El pretendido remedio empeoró la enfermedad – Nadie se beneficia de la grave situación

SABA Consultores ha aumentado la frecuencia de las mediciones de opinión a nivel nacional, realizando una el pasado día 6, habida cuenta de los momentos cruciales que vive México. Circunstancias extraordinarias merecen medidas extraordinarias, y así lo ha entendido SABA Consultores. El Presidente Peña parece que también lo pensó así, y la medida que ha tomado ha sido dirigirse a la nación con un discurso. Tal vez hubiera sido valiente, tal vez un acierto, tal vez lo adecuado, si el discurso hubiera sido veraz, cercano y sensible con la realidad económica que les sobreviene a los ciudadanos. Pero se ha quedado en una parrafada chata, con aires autoritarios: el lenguaje gestual estaba lleno de signos de reconvención, casi de reprimenda. No es el discurso de un Presidente, pareció el de un rey absolutista. Dio la sensación de no verse en la necesidad de explicar las medidas que el gobierno debería tomar para paliar los efectos de la subida del combustible, y construyó la disertación alrededor de un eslogan absolutamente desacertado y que parece elegido por sus enemigos. Porque a ellos les ha servido en bandeja el titular: “¿qué hubieran hecho ustedes?”.

Lo primero que hay que decir es que el discurso ha sido como mínimo inefectivo si no totalmente contraproducente. La aprobación al Presidente sigue en las bajísimas cotas de la anterior medición, en este caso un 11,4 %, y su calificación baja aún más, hasta un 2,9. Camino del bajo cero. Hay una cuestión que quiero tocar en primer lugar. De los varios errores que contiene el discurso, hay uno capital y garrafal: preguntarle al ciudadano qué hubiera hecho en su lugar. Es un error común en los políticos no tener conciencia clara de que son administradores, delegados, encargados de quienes los votaron. No digo que Peña no lo sepa, digo que se comporta como si no lo supiera. Señor Presidente: un empleado no le puede preguntar a su jefe qué hubiera hecho en su lugar, porque le pueden contestar, y con razón, que por lo pronto despedirlo. Por eso el sentir generalizado ante la insuficiente e insensible explicación ha sido de rechazo y casi de burla. Sería de risa si la situación en México no estuviera al borde del caos civil.

Tampoco anunció Peña ninguna medida concreta para hacer frente a los desórdenes y proteger los intereses del pequeño comercio ante los saqueos y disturbios. Y mucho menos qué piensa hacer el gobierno para preservar las economías familiares ante la subida de los bienes y servicios que seguirá sin duda a la de las gasolinas. Pero sobre todo cayó en un error habitual, que parece más un vicio que una necesidad: mentir. Ya dije hace pocos días que la reforma energética era totalmente necesaria y sus dolorosos efectos inevitables. No es verdad que la subida esté en consonancia con el precio internacional del petróleo, porque México es un país productor, y si gestionara bien ese recurso una subida para quien es dueño del crudo no puede traducirse más que en beneficios, el problema es que la gestión de Pemex ha sido por décadas desastrosa. Y decir que la subida de los carburantes no se debe a la reforma es sencillamente falso, muy al contrario, es consecuencia directa y lógica. Cuando intereses privados ponen su dinero en un gigante con pies de barro como Pemex no pueden permitir ni tener pérdidas millonarias ni arrodillarse ante el estado mendigando subvención. Eso lo sabe perfectamente el Presidente. Sin embargo, el empleado del pueblo se dirigió a quien lo contrató casi en tono de chantaje: si no hacemos esto, os quedáis sin servicios sociales, ¿qué preferís? Ese fue otro error evidente e intolerable.

Sin embargo, los números dicen que tampoco se beneficia de esta situación AMLO, que aparecería como única alternativa pero que sigue concitando mucho rechazo. La realidad es que una situación como la que vive México no puede beneficiar a nadie. Un gobierno sin credibilidad y adicto a la mentira está dilapidando todo el crédito que obtuvo acometiendo reformas valientes y necesarias. Sin embargo, yo sigo creyendo en México. Sigo creyendo en el México del trabajo y la honradez, no en el de los saqueadores probablemente acarreados. Creo en el México de la cultura que fue por décadas la referencia de toda América latina. Creo en el México mestizo, herencia española y azteca, rico en recursos, y no en el de los políticos estafadores que lo quieren esquilmar. Creo en el México de gentes, en el México de las personas, en el que sobrevive a pesar de unos políticos que se creen reyes en lugar de empleados. Creo, por tanto, que la naturaleza propia de los mexicanos se impondrá y ganará la cordura contra la insensatez. Sigo creyendo en México.