Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos. – William Shakespeare

Por una vez, y no es tan frecuente, lo que se ha comentado en los medios coincide con la atención que han prestado los ciudadanos. Según la medición de SABA Consultores, el pase de la Guardia Nacional al control de la SEDENA, y una de sus consecuencias, el divorcio en la coalición opositora, aparecen con relevancia en el “Top of mind”. Acompañando a las menciones habituales sobre la inseguridad, que por cierto registra advertencia negativa como principal preocupación ciudadana. Por eso el debate sobre lo que se ha dado en llamar la “militarización” del país es más que pertinente, pero adolece de gran dosis de maniqueísmo y escasa racionalidad. No es de extrañar. La racionalidad está siendo triturada por AMLO en beneficio de la visceralidad, y no son pocas las voces que denuncian que la ciencia y la tecnología están siendo desmanteladas por la 4T, a base de entorpecimientos y sustracción de recursos. Hace pocos días, Morena, a través de una campaña en redes, señalaba a las feministas, los intelectuales y las organizaciones civiles como adversarios del régimen. Ese es el problema: la polarización, o conmigo o contra mí.

Más bien uno de los problemas. Pero sigamos con los datos de SABA. AMLO sale de su bache previo, lo que se manifiesta especialmente en los indicadores de calificación, que registran varias advertencias favorables. Viene además muy sabrosa esta medición, porque nos aporta unos muy interesantes datos sobre los respaldos de los dos gallos del proceso interno de Morena, que nos revelan, por ejemplo, que Claudia, a pesar de ir por detrás en preferencias, goza de fortalezas en el centro del país, en particular en Ciudad de México, es decir, donde radica su acción política. Tanto ella como Ebrard son débiles en zonas rurales, y más fuertes en las urbanas. Los jóvenes están mucho más con Claudia que con Marcelo, pero este, y esto es muy interesante, posee una fortaleza sólida entre los seguidores de Morena, lo cual de seguro es un plus, pues estamos hablando de un proceso interno.

Aparte lo anterior, es claro que el acontecimiento político de la semana ha sido la confirmación en el Senado de la militarización de la Guardia Nacional, después de la sorprendente escenificación, a través de un abrazo entre Alito Moreno y Adán Augusto, del apoyo del PRI a la misma. Hay quien dice que todo empezó con el fracaso de la reforma eléctrica: a partir de ahí, la tormenta se desató sobre el priísta mediante filtraciones de todo tipo que, a pesar de estar blindado por su condición de aforado, no dejaban su imagen en muy buen lugar. Que la súbita liberación de hormonas (políticas, se entiende) tuviera como protagonistas al cuestionado Alito y precisamente a Adán, el operador de máxima confianza de AMLO, casi obliga a pensar que el abrazo en cuestión tiene intrahistoria. Y nada bonita. En primer lugar, la militarización de la Guardia Nacional es un asunto demasiado importante como para que en él intervengan compraventas de favores ocultos.

La Constitución mexicana, con sus imperfecciones, algo bueno tendrá cuando México, en el siglo XX, ha escapado de la tónica general de intervencionismo militar que han tenido, sin excepción, todos sus vecinos latinoamericanos. Pero lo peor está en la impresión de que, en ese intercambio de favores, se entierran las posibles implicaciones delictivas de Cárdenas, con lo que de un plumazo la tan pregonada lucha contra la corrupción de la 4T salta en pedazos. Alito y el PRI lo hacen por supervivencia, pero desde Morena, si así se dieron las cosas, lo que se transmite son amplias tragaderas y pocos escrúpulos. La verdad es que, cuando escuché por primera vez lo de que, a los delincuentes abrazos, y no balazos, no pensé precisamente en esto.