Hace algunos años el Profesor Donald B. Owen me comentó, entusiasmado, la siguiente situación: Una jovencita mexicana, estudiante de doctorado y asistente de él por esos días en su labor de Consultoría Estadística, presentó a un cliente una parte del avance del trabajo de Consultoría que llevaban; aquel cliente texano, no recuerdo de qué especialidad, quiso elogiar a aquella jovencita diciéndole lo siguiente: “Es usted la primera persona mexicana inteligente que conozco”. El entusiasmo de mi queridísimo profesor casi se desbordaba cuando me dijo la respuesta de la joven: “Eso significa que no ha conocido a muchos mexicanos”.
Siempre será vulnerable un juicio extremo como el que acabamos de referir, o como el que alguna vez se hizo, no en plan de desdoro sino de halago, sobre Gabriel Zaid, cuando alguien hace algunos años se refirió a él como la persona más inteligente de México.
Difícilmente alguien negará la clara inteligencia de Don Gabriel Zaid, pero sería entendible que alguna persona, ante tal afirmación, ofreciera una respuesta similar a la de aquella jovencita, como lo siguiente: Seguramente quien emitió el elogio no ha conocido a suficientes mexicanos.
Para nosotros es clara la intrascendencia de los juicios anteriores. Tanto de un enfermo racista, como de alguien obnubilado por la admiración, pero el asunto viene a colación, porque el día de ayer Gabriel Zaid publicó un hermoso artículo en los periódicos del Grupo Reforma bajo el título de Obsesión Legislativa.
Un buen resumen de su artículo es el tercero de sus párrafos que a continuación transcribimos: “La democracia ha traído una obsesión legislativa, una pasión por rehacer el País cambiando párrafos de la Constitución. Como si estar cambiando las reglas del juego fuera más importante que el juego. Como si el único juego fuera ése. Como si el País debiera suspender su desarrollo para sentarse a sesionar en una eterna asamblea constituyente. Como si el País no existiera, y los dioses del Olimpo se la pasaran discutiendo cómo hacerlo nacer.”
¿Porqué plantear este asunto en el contexto de la Cultura Estadística? Precisamente porque esta situación muestra, de manera dramática, los elevados costos que pagamos como sociedad por no tener desarrollada nuestra Cultura Estadística. Ha tenido que ser, sino la mente más brillante de México, por lo menos una de las más brillantes, la que señale un caso específico de algo que corresponde a una condición general de carácter estadístico, ligado al concepto de calidad.
Cuando se enfoca la calidad desde la perspectiva estadística, cuando un estadístico es el que reflexiona sobre el tema de calidad, no le va a decir a usted la trivialidad de que calidad es hacer bien las cosas a la primera y lo primero que le va a decir es que hay dos formas de entender el concepto de calidad: La calidad de diseño y la calidad de conformancia.
Por calidad de diseño entendemos la definición de cómo deben ser o se deben hacer las cosas idealmente, es ahí donde están las características de los productos, es ahí donde están los modelos económicos, las leyes.
La calidad de conformancia, en cambio, tiene que ver con que las cosas en su operación sean, se hagan o funcionen, con estricto apego al diseño, al modelo, a las leyes.
Es claro entonces que si en una línea de producción por negligencia, por falta de capacitación, por falta de mantenimiento a los equipos, por lo que sea, pero que sea inherente al proceso de producción no se hacen las cosas como deben hacerse, lo sensato es buscar la forma de que se hagan justo como deben hacerse. Es claro entonces que resulta una idiotez, ante una situación así, pretender que el producto está mal diseñado.
Si respetando puntualmente la descripción de un producto, si siendo las cosas como deben ser, si haciendo las cosas como deben hacerse de acuerdo a los diseños u ordenamientos del modelo o de las leyes; esto es, si el trabajo realizado se genera exactamente como fue concebido y los resultados no son satisfactorios, entonces sí estaremos autorizados para considerar una modificación al diseño, a los modelos, a las leyes.
La idea anterior, en el caso específico de nuestro gobierno, la expone Gabriel Zaid en el siguiente párrafo de su artículo:
“Todo lo que funciona mal tiene ese pretexto. No es que el funcionario Equis descuidara el asunto, cubriera el expediente en el último minuto y lo hiciera tan mal que la gestión se arruinó o fue contraproducente. Es que sin la reforma constitucional que dé más facultades a esa dependencia no hay manera de avanzar. Es que sin definir qué país queremos se vuelve secundario despachar pronto y bien”.
Es claro entonces que la carencia de un elemento de Cultura Estadística respecto de lo que es la calidad de lo que hacemos, nos lleva a la confusión, muy costosa, de tratar de resolver en el diseño problemas de calidad que tienen que ver con la conformancia. Para tener un buen diseño se requiere creatividad, conocimiento profundo de las cosas, y una idea clara de a dónde queremos llegar. Para tener la conformancia se requiere también conocimiento, pero particularmente orden, disciplina, liderazgo y muchos, pero muchos pantalones.
Lo que plantea Gabriel Zaid es un caso particular, y que me disculpen los admiradores de Zaid, de algo que los Estadísticos tenemos muy claro desde hace casi un siglo, desde los 30’s con Deming y Shewhart. Por supuesto no queremos decir que los estadísticos somos más inteligentes que Gabril Zaid, somos simplemente albaceas del método científico, y eso nos permite visualizar las cosas desde hombros de gigantes.
Inevitable aquí recordar de nuevo a Owen en otra de sus definiciones de la Ciencia Estadística: La decantación del método científico.
Otro reflejo de este problema lo tenemos en la obsesión por la Estrategia. Hace pocos días recibió mucha atención de nuestros empresarios un académico gringo que se promocionaba afirmando que él tenía la estrategia. Y pensar que lo que necesitamos es la táctica.
Hasta la próxima..