Los pueblos también son responsables de aquello que deciden ignorar.– Milan Kundera.
Los datos de SABA Consultores del pasado lunes muestran pocas novedades con respecto a la semana anterior. Por ejemplo, los números de Claudia Sheinbaum en cuanto a intención de voto continúan en fase depresiva, completando en esta ocasión una serie por debajo de su promedio. Quienes trabajan fuera y los no perceptores de programas sociales son quienes más lo han favorecido, mientras que los de menos estudios y los seguidores de AMLO la sostienen. Nada nuevo, pues: sigue haciéndose patente la dependencia de la aspirante con respecto a aquél que ahí la ha colocado. El presidente, por cierto, mantiene muy estables sus números, y aunque la reprobación, que había descendido, regresó a su media, el número de quienes muestran su conformidad permanece en torno al 70 por ciento de los ciudadanos. Lo cual, por cierto, es de momento garantía para su pupila y aspirante al “trono”. Ya no debe extrañarnos esa estabilidad. Andrés Manuel, como ha demostrado públicamente en días recientes, siempre fue muy cariñoso y besucón con sus seguidores. También, cómo no, lo demuestra cada quincena, y no en vano su fortaleza primordial la constituyen quienes cobran ayudas del erario. A cambio, recibe su sumisión, el dame pan y si quieres llámame tonto.
Al hilo de esto último, cabe comentar que tal vez don Marcelo Ebrard optó, en cierto modo, por esa vía. Como cada corcholata dispondrá de ubre a la que agarrarse para el próximo sexenio, el excanciller, finalmente, y en mi opinión de modo nada sorpresivo, ha optado por tener barcos sin honra, y no al revés. Que diga que siempre va a estar buscando la presidencia no es ninguna primicia. Aunque, a diferencia de su mentor, Camacho Solís, parece que sí está dispuesto a pagar cierto precio. Es un veterano de la paciencia, seis años no son nada comparados con toda una vida: debe pensar que más esperó el ahora líder de la 4T. La realidad es que todos esos movimientos al interior de Morena han sucedido entre la indiferencia del gran público. La atención, y es lógico, sigue en el huracán de Acapulco, y es curioso constatar que prácticamente la única mención política que aparece en el “Top of mind” son las críticas que, al respecto, ha recibido el gran tlatoani. Mientras tanto, Samuel anunció su candidatura, y quién sabe cómo evolucione, pero de momento su partido repite alerta negativa en intención de voto, y él parte lejos incluso de Xóchitl, que por cierto sigue sin dar signos de despegue.
Sin embargo, detrás de todo ese ruido se sigue produciendo, tal vez perpetrando, la feroz lucha entre los poderes ejecutivo y judicial. No debemos perder esto de vista: el sueño de todo sátrapa es poner a su servicio a los jueces. Premisa para ello es siempre la permeabilidad entre la judicatura y la política, en ambos sentidos del camino: si un juez pasa tranquilamente a ser político, ¿qué le impide a un político hacer de juez? Lo estamos viendo en España, donde un Pedro Sánchez que comparte con AMLO rasgos autocráticos y narcisistas, se dispone a liquidar de un plumazo el Estado de Derecho mediante una ley de amnistía que, además, va a permitir comisiones del Congreso para la revisión de las decisiones judiciales. La 4T también quiere cruzar ese Rubicón: intentando eliminar contrapesos de organismos autónomos, señalando a jueces en la “mañanera”, fichando a otros para su causa política, influyendo con descaro partidista en la conformación de la Suprema Corte… “A ver a quién propongo…”.
El papel de la sociedad civil en evitar la quiebra de la democracia, por imperfecta que ésta sea, es primordial. No olvidemos nunca que la traición a una Nación casi siempre la ejecutan unos pocos, pero les sería imposible sin la colaboración necesaria de aquellos que miran para otro lado.