Momento para el balance – División de opiniones sobre la gestión del Bronco
Justicia e inseguridad, las peor valoradas – El Bronco piensa en Los Pinos

Se cumple un año de la toma de posesión de Jaime Rodríguez y se impone hacer balance sobre su gestión y sobre la percepción de la opinión pública acerca de la misma. Para ello tenemos la inestimable ayuda de los monitoreos que de forma pública está realizando SABA Consultores, el último de los cuales se realizó el pasado día seis. También dispone de esta ayuda el Gobernador, puesto que es pública. Que la sepa aprovechar para el buen gobierno o no, es cosa suya.

Por tanto, parece interesante hacer una observación global a los números que obtiene el Bronco después de este su primer año de ejercicio de gobierno. Si esto fuera una crónica taurina, se podría decir que al final del primer toro hay división de opiniones, con palmas y pitos repartidos casi por igual. Mantiene una cierta estabilidad tanto en aprobación (41,7 %) como en desaprobación (47,4 %), pero son unos números pobres a estas alturas de la lidia, cuando el aficionado debería estar aún entusiasmado por el mero inicio del festejo, sobre todo pensando en las expectativas que generó su arrollador triunfo electoral. Desde luego, nada de orejas, y menos las de Rodrigo Medina, que siguen en su sitio porque esa parte de la faena ha sido sosa, sin profundidad y sin cátedra. Tanto que, no por nobleza del exmandatario, sino por incompetencia del diestro y aburrimiento del respetable, veremos si no salva la vida aparte de las orejas. El que debía ser subalterno destacado, Ernesto Canales, ha tenido escaso lucimiento y pocos fundamentos, y ya va por dos avisos. Por eso para el público es el segundo peor de la cuadrilla, con una aprobación de un flojo 29 %, tan sólo por encima del área de seguridad pública, a cargo del banderillero Cuauhtémoc Antúnez, que no ha puesto ni un par derecho y al que cada vez parece que le mira peor el toro, y que él no sabe por qué pitón entrarle. Por ahí dice la opinión popular que debiera ir la renovación del gabinete de subalternos.

Don Jaime, que parece ajeno al mediocre desarrollo de la corrida, anda pensando nada menos que debutar en la México, y ser candidato a la Presidencia de la República. Dicen los números que sólo al 30 % del público le gustaría que lo hiciera, aunque es un público fiel, puesto que prácticamente el mismo porcentaje lo votaría en caso de presentarse. El mozo de espadas, Fernando Elizondo, se frota las manos pensando que podría pasar a cabeza de cartel en Nuevo León si el matador Rodríguez cambia de plaza. No en vano es considerado el mejor político por delante del propio Bronco, y gran parte del público que respalda al gabinete es precisamente el público de Elizondo, el conservador, amante de faenas de escaso riesgo, y con decisión y entrega tan sólo en el plano económico, que es precisamente el logro que más se le reconoce a la gestión de Jaime Rodríguez: haber reducido la deuda, aun a costa de no arrimarse mucho al toro del gasto social. Pero en la misma cuadrilla hay otros subalternos con tantas o más aspiraciones que Elizondo, como Manuel González, que puede que suplan la falta de favor popular con más arrojo y estilo, porque don Fernando se la pasa agazapado en el callejón, donde hay menos posibilidades de recibir una cornada. Y González lo que quiere es un mano a mano con él en la arena.

Los que no entienden de austeridad son los miembros del personal de la plaza, el Congreso Local, que se van a gastar unos millones en coches nuevos. El público no ha visto con buenos ojos el dispendio, y el hecho ha disputado los primeros puestos del “Top of mind” a los habituales temas de la inseguridad y la violencia. Bueno para el Gobernador, pues el público se olvida por un momento de sus fallos con el capote ante la prensa y sus defectos con la muleta en la lucha contra la corrupción, aun dentro de su propia cuadrilla. Mientras, el número de los que en unas hipotéticas elecciones no se decantarían por ningún candidato aumenta al 41,6 %, y todas las candidaturas descienden en intención de voto. Tras sólo un año de faena, el matador independiente que encandiló a los aficionados genera decepción al final del primer toro, y desencanto entre los asistentes a la plaza.

Descastada y apagada actuación, aunque cierto es que no había que esperar otra cosa de una candidatura que se basó más en el ruido que en las nueces. Y mayor será la decepción si, a despecho de las obligaciones contraídas, el diestro da la “espantá” y se marcha a intentar torear en el coso de mayor prestigio, aun a riesgo del fracaso absoluto o de salir a la arena para que otro obtenga el ansiado trofeo de la Presidencia. Vamos a ver qué nos reserva el matador Bronco para su primer informe, porque igual no es momento de pasear con Tornado y sí de aclarar si pretende acabar la faena o echarle el muerto a sus subalternos. Para eso no merecía la pena pagar boletos.