La violencia y la inseguridad, principal preocupación de los nuevoleoneses – Peña Nieto, en caída libre. – A los electores y a Jaime se les rompió el amor

Habiéndose producido ya sucesivas mediciones, disponemos ya de los datos promedio de las mismas, que se reflejan en la encuesta. Como sabemos, la encuesta promedia los resultados de un determinado período, que en este caso comprende entre los días 2 y 20 de julio. Se pierde algo de precisión en cuanto al efecto en la opinión de los acontecimientos cotidianos, pero se obtiene una apreciable visión general de la situación.

Como dato importante, hagamos notar que, a gran distancia de cualquier otra cuestión, el problema que más preocupa a los nuevoleoneses es la inseguridad, en un 46,5 por ciento. Si sumamos esta cifra a los porcentajes en los que inquieta la delincuencia en general (5,6 %) y la violencia (2,1 %) resulta evidente que más de la mitad de los encuestados tienen como principal temor su seguridad y la de sus familias.

Muy por delante, por cierto, de otros temas candentes, como podrían ser la corrupción política o, de manera llamativa, las protestas y marchas de los maestros y la reforma educativa, tan de actualidad. A este respecto conviene hacer notar que una cosa es lo que alguien tenga en mente de manera puntual y otra muy distinta lo que realmente le preocupe: en lo primero tienen mucho peso la actualidad y los medios de comunicación y en lo segundo la vida cotidiana.

Es por eso que la respuesta espontánea acerca de lo que el nuevoleonés tiene en mente alcance un 30 por ciento en lo referente al problema de los maestros, pero a la hora de la verdad, en cuanto a la preocupación real, el pensamiento de los ciudadanos está con amplísima diferencia pendiente de la inseguridad de su entorno. De manera dramática, deberíamos decir.

Así que, una vez más, se cumple que a la persona de a pie lo que de verdad le importa es su tranquilidad, y que sólo cuando tiene ésta, le empieza a poner su atención a cosas como las huelgas o la corrupción política que, por regla general, el ciudadano medio siente fuera de su alcance y soporta con estoicismo. Seguramente el inicio de procesos contra Medina y Arellanes también influye en que se atenúe la preocupación por la corrupción, y esto es algo que Jaime Rodríguez puede apuntar en el haber de su gobierno. Y debería hacerlo, porque tal vez sea su tabla de salvación.

En la identificación partidista, el PAN estaría en cabeza con un 15,9 %, seguido del PRI con un 10,6 y de las alternativas independientes con 9,6. Tanto el panismo como el priísmo presentan tendencias más o menos estables. Sin embargo, la identificación con alternativas independientes parece apuntar a un descenso, después de una tendencia alcista durante el pasado mes de junio. Es inevitable relacionar esta cuestión con el apoyo a Jaime Rodríguez, asunto que veremos después.

Antes quisiera reflexionar sobre el continuado, inexorable y pertinaz descenso en popularidad del Presidente Enrique Peña Nieto, que sigue en caída libre. Alcanza ya un grado de desaprobación del 68,9 %, con una aprobación del 20,9. Desde mi punto de vista, es comprensible que un Presidente que ha afrontado reformas estructurales de tanto calado y tan impopulares como las que abordó Peña sufra un desgaste, que es lógico y que suponemos que su gabinete tenía asumidas. Lo que es verdaderamente llamativo es la enconadísima campaña de acoso y derribo que está sufriendo Peña prácticamente desde el minuto uno de su llegada al gobierno.

Desde todos los frentes y a todos los niveles, y sobrepasando ampliamente y con muchísima frecuencia los límites del respeto y la lealtad al cargo que ostenta. Aunque la comparativa es complicada, pues son bien distintas las políticas española y mexicana, se me viene a la memoria la figura del Presidente que inició la transición en España, Suárez, que también sufrió el más encarnizado de los acosos y que también afrontó reformas difíciles pero absolutamente necesarias. Lo que pesó en las espaldas de Suárez ya es historia, lo que pesa en las de Peña probablemente sean las siglas del PRI.

A la vista está que su gabinete no ha protegido con eficacia su figura, y es ahora al partido al que le corresponde diseñar una estrategia de cara a las presidenciales, si no quieren sufrir una hecatombe. La llegada de Ochoa a la presidencia del PRI debiera ser el primer paso de ese complicado camino. El tiempo lo dirá.

La situación de Jaime Rodríguez tampoco es halagüeña. Resulta abrumador que, en apenas medio año de gobierno, la figura del Bronco haya descendido en popularidad como lo ha hecho. Su labor tiene ya una desaprobación del 51 %, y en intención de voto ha descendido hasta un 21. Si bien los niveles de apoyo del pasado otoño , que superaban un 50, eran sin duda fruto de la euforia y del efecto habitual que se produce entre los electores de querer subir al carro del vencedor, una oscilación tan brusca y tan rápida indica sin duda que el nivel de desencanto es muy elevado. Basta comparar esos datos con los que presenta la opinión sobre la gestión de los Presidentes Municipales, que se mantiene en niveles moderados de aprobación superiores al 50 por ciento, y que han tenido el mismo tiempo de desgaste, sin que hayan parecido afectar polémicas como la del alumbrado público. Es más, cuestiones como la de los baches han afectado más al Gobernador, cuando resulta evidente que es asunto municipal.

En temas como el de los baches, y en otros muchos, Jaime Rodríguez es esclavo de sus palabras, en lugar de ser dueño de sus silencios, como en reiteradas ocasiones se ha demostrado que le resulta más beneficioso. Cuando se le pregunta al ciudadano qué le diría al Gobernador si pudiera hablar con él, la respuesta mayoritaria (21,3 %) es que cumpla sus promesas. La lógica dice que eso debe ser porque aún no las ha cumplido. Inmediatamente después que mejore la seguridad (15,3 %), que sin embargo está empeorando a ojos vista y así lo perciben los nuevoleoneses. Hay un cierto porcentaje de apoyo cuando ante esa misma pregunta responden que le siga echando ganas (13,8 %) y cuando se le reconoce, en respuesta espontánea, la condición de haber llegado a la gubernatura siendo independiente. Eso quiere decir que sus bases más fieles se mantienen. Pero mucho nos tememos que los que marcaron la diferencia para que pudiera ganar la elección del modo en que lo hizo sufren de un desencanto importante. Porque, como muchos se temían, a la hora de gobernar no es suficiente con cierta retórica, que, por el contrario, en muchas ocasiones resulta estar de sobra. Si a eso unimos la creciente inquietud por la violencia y la inseguridad, y que la promesa de luchar contra ello fue uno de los caballos de batalla en la campaña, nos podemos acercar más a las razones de la decepción. En el lado positivo, como ya hemos dicho antes, el descenso en la inquietud por la corrupción política debería ser tomado en cuenta por el Gobernador como un activo que puede y debe utilizar a favor de su gestión.

La intensa luna de miel vivida entre el electorado y Jaime Rodríguez en el otoño pasado no parece continuar. Muy al contrario, podrían estarse cantando el famoso bolero de Manuel Alejandro, ése que se titula “Se nos rompió el amor”. Lo malo es que difícilmente pueden decir, como en la canción, que se rompió de tanto usarlo, porque no parece que ocho meses den para tanto uso. Más bien, como decía mi paisano Sabina, la pasión, por definición, no puede durar.