Estimados amigos. Continuamos con esta remembranza de los señalamientos sobre las fallas metodológicas de las encuestas y, peor aún, de sus limitaciones estructurales. Presentamos ahora un artículo que circuló entre nuestros contactos cibernéticos el 13 de septiembre de 2004, y publicado en noviembre del 2006 como parte del libro «Crónica de una Sucesión Presidencial» de un servidor.

PRECISIONES SOBRE LAS ENCUESTAS DE SALIDA

Ante los descalabros de los encuestólogos más conocidos (que no los mejores) de México, se hace evidente la necesidad de mejorar la calidad de las encuestas que contratan los medios de comunicación y los organismos electorales, porque este aspecto cobra cada vez más relevancia en la vida democrática del país, y porque amenaza con generarnos problemas de inestabilidad social por la incertidumbre y desconfianza que provocan las recurrentes “guerras” de las encuestas, sobre todo con miras al fascinante 2006.

La tragedia de las encuestas se origina porque el reconocido como padre de ellas, George Gallup, se murió sin saber como hacer encuestas con las bases científicas que se desarrollaron cuando él ya era famoso. Bajo el principio de que chango viejo (y exitoso) no aprende maroma nueva, los esfuerzos científicos que desarrolló la organización Gallup se concentraron más en tratar de justificar su muestreo de cuotas (esperanza vana y loco empeño), que en reconocer que su metodología era inadecuada y enmendar el rumbo.

Esta tragedia se actualiza día con día, porque los autores más populares de libros de Investigación de Mercados insisten en que es casi lo mismo usar muestreo probabilístico que muestreo no probabilístico, el de cuotas por ejemplo, y en consecuencia cada año egresan muchachos que fueron instruidos en las mejores universidades del mundo con una falla en su formación académica, que pagan quienes contratan sus servicios. Alguna vez me preguntó el Rector de una de las universidades orgullo de Monterrey, ¿Qué hacemos? y mi respuesta fue: “No enseñar mentiras”. Me remitió con los miembros de la academia correspondiente, se tomaron acuerdos ante la evidencia de errores fundamentales de los autores gurús de Investigación de Mercados, aceptando cubrir los temas estadísticos basados en libros escritos por autores que fueran estadísticos. Nunca se implementó el acuerdo y se siguen enseñando temas cruciales para el desarrollo de las encuestas por maestros que los ignoran, basados en libros escritos por personas que también los ignoran. La tragedia no es menor: Nuestras Universidades como difusoras de conocimiento falso.

Dejemos la tragedia fundamental para otra ocasión o para algún debate público, si alguien que se considere ofendido desea entrarle a este noble toro. Veamos que se puede hacer con las encuestas de salida, que se han estado utilizando con la esperanza de darles certeza a nuestros procesos electorales y no están cumpliendo su cometido, porque se han exagerado sus bondades y porque no se realizan con la rigurosidad metodológica requerida.

De las encuestas de salida debemos tener claro lo siguiente:

1. Que como para todas las encuestas, sus resultados no pueden ni deben considerarse como verdades incontrovertibles. En consecuencia jamás será sensato tomar decisiones fatales basados en ellas como aceptar derrotas y se debe ser muy cauto al basarse en ellas para hacer pronunciamientos de triunfo.

2. Como para todas las encuestas, es fundamental que el muestreo aplicado sea aleatorio, y en este caso no podemos movernos mucho. El único sistema de muestreo correcto para una encuesta de salida es Por Conglomerados en Dos etapas. Una primera etapa para seleccionar aleatoriamente las casillas y una segunda etapa para seleccionar aleatoriamente a las personas que van saliendo de ellas una vez que emitieron su voto. En la primera etapa se puede aleatorizar utilizando muestreo aleatorio simple o muestreo sistemático, siendo deseable estratificar aunque no imprescindible, mientras que en la segunda etapa por fuerza debe ser muestreo sistemático.

3. Para el cálculo del tamaño de muestra deben utilizarse las estimaciones de la última encuesta, buscando garantizar un margen de error inferior a la mitad de la diferencia entre las estimaciones del contendiente mejor posicionado y su más cercano competidor.

4. Es fundamental que se calculen los márgenes de error, al 95% de confianza, para cada una de las estimaciones de los distintos candidatos, para estar en capacidad de asegurarle al público que se tiene una confianza grande de que el resultado electoral será muy aproximado al estimado en la encuesta de salida, advirtiendo que un resultado discrepante podría verse con suspicacia, pero que en modo alguno la encuesta de salida representaría elementos científicos o de juicio para descalificar el proceso. A decir verdad la suspicacia no podría limitarse al proceso electoral; también tendríamos que aceptar que la empresa que realizó la encuesta estaría bajo sospecha de inmoralidad o incapacidad técnica. Dicho de otro modo, la coincidencia entre los resultados de una elección y una encuesta de salida representa una doble validación: La encuesta valida al proceso y el proceso valida a la encuesta.

5. En riguroso sentido estadístico, podemos decir que una encuesta de salida acertó en sus predicciones si, y sólo sí, los porcentajes de votos para cada uno de los candidatos difirieron de sus predicciones correspondientes en cantidades de puntos porcentuales inferiores a los márgenes de error correspondientes. Es claro que este criterio es mucho más estricto que la pretensión peregrina de nuestros famosos encuestólogos de convertirse en adivinos de quién va a ganar. Si el resultado de una encuesta de salida es concluyente, esto es, si no se registra un empate técnico, entonces es claro que tendremos una predicción sobre quién va a ganar, la cual podría ser acertada a pesar de que la encuesta de salida en riguroso sentido estadístico haya fallado.

6. Es importante destacar la salvedad que tendríamos si los votos anulados afectan de manera no proporcional a los partidos, distorsionando el sentido de la elección por razones de criterios de anulación, fraude maquinado entre los representantes de partidos y funcionarios de casilla o por descuido de los electores.

7. Si en una encuesta de salida tenemos un empate técnico, debemos presentar los resultados indicando el rango donde podrían caer los resultados de la elección para cada uno de los candidatos. Si tal cosa sucediera tendríamos elementos de confianza aún para una elección cerrada, independientemente de quién gane o quién pierda, y esto daría, al menos en forma parcial, certeza al proceso. Dicho de otro modo, el orgullo que mostró nuestro amigo Roy Campos de la organización Mitowsky, por no poder dar los resultados en Veracruz porque su encuesta de salida registró un empate técnico, más que responsabilidad y prudencia profesional, mostró limitaciones técnicas y conceptuales.

Para concluir señalamos que ninguna técnica estadística es en sí buena o mala, sino adecuada o inadecuada para condiciones específicas de aplicación. La condicionalidad es característica fundamental en el discurso científico. En consecuencia la alternativa es clara: Un mayor rigor científico en la aplicación de nuestras encuestas de salida, para aprovechar de ellas todo su potencial, pero al propio tiempo tener conciencia clara de sus limitaciones. Para ello requerimos más y más buenos estadísticos, con grado de maestría al menos y preferentemente con doctorado. Hasta la próxima.