Finalmente las deficiencias de nuestros encuestólogos se hicieron evidentes. El fracaso rotundo durante el proceso presidencial 2012 evidencia un daño severo. Los candidatos, sus clientes, fueron sistemáticamente engañados por sus resultados. A unos les dijeron que iban abajo cuando no siempre fue así, y a otro le dijeron que iba muy arriba cuando nunca fue cierto, al menos durante el 2012.

La obsolescencia de las encuestas es un tema que para nosotros ha sido claro desde hace casi 20 años. Sobre este tema hemos escrito artículos, dictado conferencias, dado entrevistas a los medios y publicado libros. Y hemos sido una voz en el desierto.

Hoy da la impresión de que hasta los encuestólogos entienden que sus encuestas tienen problemas. Se reúnen, discuten el tema, intercambian experiencias. Inútil faena y loco empeño el de ellos. La encuesta no tiene remedio.

A riesgo de seguir siendo esa voz en el desierto. De continuar en la “inexistencia” que me ha tocado disfrutar a plenitud, les obsequio esta serie de artículos que he recolectado sobre este tema, bajo el título: SE LOS DIJE.

Iniciamos con la introducción al tema Monitoreos Políticos, que aparece en el capítulo III del libro “Más allá de la encuesta política” de la autoría de un servidor, publicado por ediciones Oficio en febrero de 1997.

LOS MONITOREOS POLITICOS.

La validez de las encuestas ha sido durante muchos años un tema recurrente, abordado desde muy diversas perspectivas e intereses. Existe desde un genuino interés científico que ve con preocupación que cotidianamente se tomen decisiones para hacer inversiones económicas o desarrollar proyectos políticos en el campo electoral sin tener plena conciencia de los riesgos que se corren, hasta la prosaica actitud de quienes sustituyen la inteligencia por la suspicacia.

Un documento que tiene mucho que ver con estas preocupaciones es el folleto What is a Survey?, que la Asociación Estadística Americana preparó como una forma de dar al ciudadano común la posibilidad de evaluar la seriedad de las encuestas que periódicamente y sobre los más distintos temas se publican en los Estados Unidos.

También se cuestiona a las encuestas cuando el resultado de ellas afecta a una posición política determinada. Tal es el caso de las descalificaciones que sufren las encuestas por los candidatos menos favorecidos por sus resultados.

La referencia más socorrida por quienes desean cuestionar a las encuestas y a la estadística en general es Benjamín Disraeli, a quien se le atribuye la expresión: «Hay tres tipos de mentiras: Las mentiras, las malditas mentiras y la Estadística».

En defensa de la Estadística, base fundamental de la encuesta moderna, podemos señalar dos cosas:

1. Que Disraeli murió en 1881, mucho antes del desarrollo portentoso de la Estadística en el presente siglo.

2. Que Disraeli era un político, autor también de la frase: «Al demonio con los principios: Aférrese a los intereses de su partido».

Es de suponer que alguna aplicación Estadística afectó el interés del partido de Disraeli, haciendo razonable también la suposición de que por ello mandó al demonio el principio de conducirse con la verdad y deseinvainó la espada contra la estadística.

Ciertamente se da con relativa frecuencia, sobre todo en las encuestas que realizan los medios masivos de comunicación, que la validez de éstas sea francamente cuestionable. La razón básica de ello es la común impreparación Estadística de los responsables de su realización.

Ciertamente también cabe la posibilidad de que se publiquen encuestas apócrifas, indicando que algún candidato lleva la delantera con el propósito de influir en el electorado.

Esto es, presumiblemente existen razones de carácter operativo y también de carácter ético que atentan contra la validez de las encuestas, pero no podemos negar que ha habido un considerable avance en nuestros sondeos de opinión, como lo sugiere el hecho de que en las encuestas nacionales realizadas durante el proceso electoral del 94 no hayan sido las empresas extranjeras claramente mejores que las mexicanas en su función predictiva.

La validez de las encuestas encontró en 1994 una fuente adicional de cuestionamiento en su aparente incapacidad para detectar cambios en la correlación de fuerzas de los partidos como consecuencia de los dramáticos acontecimientos durante el proceso electoral del 94. El Miércoles 17 de Agosto de 1994, Oscar Camacho Guzmán y Pedro Enrique Armendarez escribieron en La Jornada lo siguiente: «Como si se tratara de prácticas en probeta, las encuestas electorales publicadas de manera regular en el transcurso de la campaña presidencial fueron relativamente impermeables a los hechos políticos, económicos, sociales y delictivos que convulsionaron al país en los últimos meses».

Más que la validez de la encuesta como recurso metodológico, lo que Camacho Guzmán y Enrique Armendarez detectaron fue una limitante de las encuestas que tiene que ver más con costos que con falta de sensibilidad de los sondeos. Si en lugar de 2 ó 3 encuestas a lo largo de un proceso electoral se hicieran una por semana, se apreciaría el gran potencial de las encuestas para detectar incluso pequeños cambios en el proceso.

Como esto dispararía los costos una alternativa que durante los últimos años hemos dado a este problema ha sido la realización de encuestas telefónicas, realizadas día a día o cada tercer día, que analizadas empleando técnicas de Control Estadístico de Calidad nos han permitido ofrecer una eficiente y eficaz alternativa de solución al problema que plantean Camacho Guzmán y Enrique Armendarez.

La alternativa a que nos referimos son los Monitoreos Políticos, que para nosotros no significan sólo recabar información periódicamente sino también la aplicación correcta de las técnicas de análisis que nos proporciona la rama de la Ciencia Estadística conocida como Control Estadístico de Calidad. En el medio industrial se conoce a este cuerpo de técnicas con el más sugestivo nombre de Control Estadístico de Procesos.