Estimados amigos. Como bien saben esta serie de artículos inició la semana pasada, pero no son actuales. Esto es, ante el fracaso de nuestros encuestólogos no estamos haciendo “leña del árbol caído” a “toro pasado”. Estamos recordando las advertencias que sobre este problema lanzamos con el propósito de contribuir al rescate de una metodología, cuyas bondades no deben ser cuestionadas por las deficiencias de quienes han tratado de implementarla sin la debida preparación.

Lo anterior viene a cuento porque justo en este artículo se menciona a María de las Heras. Un deceso siempre será lamentable, porque deja una estela de dolor entre sus seres queridos. Ojalá no se tome a mal este artículo que ya estaba programado y que fue difundido el 20 de enero de 2006 entre nuestros contactos de internet y publicado en noviembre del mismo año como parte del libro “Crónica de una Sucesión Presidencial” de nuestra autoría en Editorial Muskaria.

LOS ENCUESTÓLOGOS SE SUBIERON AL RING

Ya habíamos advertido que el General Giménez había lanzado un ataque por el flanco de las encuestas, encomendado a él por el Partido Acción Nacional, y hoy presenciamos un zafarrancho de combate sui generis, porque el enfrentamiento no es entre encuestólogos, sino de políticos contra encuestólogos.

Por el lado de los encuestólogos participa activamente María de las Heras; ella es la única que ha contraatacado, pero han recibido ataques también Roy Campos (Mitofsky) y los encuestólogos del grupo Reforma. Por el lado de los políticos participan, entre otros, Leonel Cota Montaño, presidente nacional del PRD, y Federico Arreola, un economista devenido en periodista y ahora devenido en político.

No es la intención aquí tomar partido por alguno de los grupos enfrentados, pero debo precisar las siguientes cosas que es importante tener presente en este momento:

1. Los políticos viven en un mundo distorsionado, rodeados de sus seguidores, quienes de buena o de mala fe, encuentran como la mejor forma de patentizar su apoyo expresándoles sus certezas de que ganarán la elección. Es por ello que toda encuesta favorable les resultará razonable y toda encuesta adversa sospechosa.

2. Nuestros encuestólogos tienen defectos técnicos muy severos. Sus fichas metodológicas son verdaderos galimatías. Pero han encontrado a tantos en el mundo con sus mismas deficiencias, que viven la ilusión de que están haciendo bien las cosas. Establecen asociaciones mundiales y nacionales de encuestólogos, editan revistas “especializadas”, y con ello van forjando un mundo de fantasías de ser académicos y autoridades en la especialidad.

3. El IFE, el encargado del proceso electoral, ha establecido una serie de reglas que las empresas no satisfacen. En particular utilizar muestreo aleatorio y publicar las fechas de trabajo de campo y los márgenes de error para cada reactivo de la encuesta[1]. Cuando vemos que ninguno de nuestros encuestólogos que presentan sus resultados en los medios masivos de comunicación presentan los márgenes de error como debe ser, y no son penalizados por el IFE, concluimos que la autoridad no está cumpliendo su cometido.

Ante este panorama llama la atención el hecho inédito de que ahora el enfrentamiento con los encuestadores sea tan frontal. Esto no nos preocuparía si fuera por las razones correctas. Si les llamaran a cuentas porque no aleatorizan bien, y en consecuencia sus muestras no son representativas, si les criticaran porque no calculan todos los márgenes de error al 95% de confianza, si criticaran a Roy Campos porque habla de variaciones de un punto porcentual, cuando su margen de error supuesto es de más de 3%, en fin, si los criticaran por descuidados estaríamos en una excelente condición como país, pero los están acusando de corruptos, de truquear los resultados.

El asunto es grave, porque por este camino dejaremos de tener en la encuesta el elemento externo de validez al proceso electoral por antonomasia, precisamente en una de las elecciones más importantes de nuestra incipiente democracia, y cuando el candidato puntero, que podría dejar de serlo, si por algo se ha distinguido es por las protestas y manifestaciones públicas cuando las cosas no son como él piensa que deberían ser.

Si López Obrador pierde la elección en las urnas no habrá poder humano que lo convenza de que el resultado fue genuino, y en este país podría estallar la violencia.

Por lo anterior es necesario que desde ahora se tomen algunas medidas preventivas para restablecer la confianza en las encuestas, de modo que los políticos les crean, aunque sea un poquito, cuando sus resultados les sean adversos.

En consecuencia consideramos que es urgente que los actores importantes de este proceso electoral tomen las siguientes medidas:

1. Que el IFE supervise con un equipo de especialistas en estadística (Ojo, estadísticos auténticos con al menos maestría en la especialidad; no actuarios, no economistas, no mercadotecnistas, no historiadores ni gente del pueblo), si la encuesta a ser publicada cumple a cabalidad los requisitos que el propio instituto ha establecido. Y que las penas por incumplir este requisito sean ejemplares, a efecto de garantizar que no se publique una encuesta si no cubre los mínimos metodológicos.

2. Que los medios de comunicación eviten contratar a empresas que no garanticen los requisitos que establece el IFE.

3. Recomendar a las empresas que ya tienen el mercado de las encuestas, que contraten a verdaderos especialistas en estadística, ubicándolos en puestos directivos que les den la garantía de una adecuada aleatorización, de un procesamiento estadístico adecuado y en especial del cálculo correcto de los márgenes de error, al 95% de confianza, para cada opción de respuesta de cada pregunta.

4. Que los medios de comunicación abran sus espacios para difundir la cultura estadística, de modo que hasta los actuales encuestólogos entiendan lo que significa un empate técnico, y que los economistas devenidos en periodistas y devenidos en políticos, entiendan también el significado de margen de error, pero sobre todo que las cosas cambian, que de un momento a otro las cosas se pueden modificar, aún dramáticamente, como consecuencia de nuestras propias acciones, de las circunstancias o del accionar de nuestros adversarios.
Por lo demás para mí es claro que las encuestas, aún realizándolas a la perfección, tienen limitaciones metodológicas muy severas. Que son ya un recurso obsoleto y que van a morir pero, ciertamente, y quizá por razones sentimentales, debemos ayudarlas a bien morir.

P.D. Me alegró mucho leer, en el artículo de hoy de Federico Arreola, sobre las primeras encuestas que realizó el periódico El Norte en 1985. Refiere él que ante las inquietudes iniciales que motivó un resultado de encuesta, se tuvo la intención de contratar una empresa norteamericana que finalmente no pudo realizar la tarea. Me alegró porque recordé que finalmente fue a mí a quien contrataron y dirigí una de las primeras encuestas que utilizaron el muestro por conglomerados geográficos en México. Es bueno ser pionero de la encuesta política en México. Aunque mejor es ver el nacimiento de las Cartas de Navegación Política, concepto que empieza a cautivar a la clase política, y del cual tenemos el registro de derecho de autor.