A mis queridos clientes de ayer, hoy y mañana.
La encuesta tradicional, allá por los ochentas y noventas, disfrutó de un gran prestigio. El periódico El Norte se significó por realizar encuestas electorales que constituyeron una salvaguarda contra los fraudes electorales. Si no ganaba el que decía El Norte, se presumía que había fraude.
Si mal no recuerdo, fue en 1986 cuando fui invitado por mi compañero en Televisa Monterrey, Ramón Alberto Garza, por aquellos años director editorial de El Norte, para dirigir encuestas en varios municipios de la zona metropolitana de Monterrey. ¡Fue todo un éxito!
La credibilidad de las encuestas pronto fue una irresistible tentación para políticos inescrupulosos, que vieron en ella una forma poderosa para engañar al electorado. El caso más descarado fue el de Vicente Fox, que desplegó, a páginas completas de los periódicos nacionales, encuestas falsas que le daban empate técnico primero y luego ventaja. La propaganda usando resultados de encuestas hizo verdadero lo que de origen era falso.
Después de eso vino la chunga actual, donde cada candidato difunde encuestas que lo dan por triunfador.
En conclusión, los políticos más que salvaguardar la encuesta como garante de la democracia, la corrompieron, con la complicidad de algunos comunicadores. El caso más vergonzoso es el de Ciro Gómez Leyva.
En resumen, la clase política y algunos medios, aniquilaron la credibilidad de las encuestas. Hoy es un lugar común que todas o casi todas las encuestas fallen en sus pronósticos no solo en México; prácticamente en todo el mundo.
Casi de manera coincidente, la masificación del uso de teléfonos celulares y la red de Internet, generaron las redes sociales que hicieron que la Opinión Pública cambiara de manera más rápida. Esto hizo que no solo fallaran las encuestas de propaganda, sino también las realizadas con estricto apego a la metodología. Estas encuestas nos informaban bien sobre la correlación de fuerzas una semana antes de la elección, pero fallaban porque de manera más común tal correlación de fuerzas no coincidía con la vigente el día de la elección.
En resumen: políticos poco comprometidos con la democracia, comunicadores más comprometidos con las ganancias que con la ética profesional y las redes sociales, vinieron a darle en la madre a las encuestas tradicionales.
Salvador Borrego, Ph.D.
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