A mis queridos clientes de ayer, hoy y mañana
Aunque los encuestadores serios (los que tienen al menos maestría en estadística), nunca afirmaron ni se comprometieron con el propósito predictivo de las encuestas, el hecho frecuente, o muy frecuente de coincidencia entre sus predicciones y los resultados electorales, hicieron del afán predictivo el criterio para evaluar los estudios demoscópicos.
Por tal razón, aunque de manera injusta, cuando a finales del siglo pasado y principios de éste empezaron a fallar todas o casi todas las encuestas, inició el viacrucis de los encuestadores villamelones; en USA cayeron en la cuenta de que los que sabemos del tema somos los estadísticos y clamaron al gremio por una explicación y por su rescate.
De entonces acá han desaparecido un buen número de casas encuestadoras, pero han surgido una gran cantidad de alternativas muy computacionales, muy jodidas pero muy baratas. En pocas cosas hace más sentido la máxima de que: “Lo barato sale caro”.
El derrumbe de las encuestas, que ahora debemos llamar encuestas tradicionales, para diferenciarlas de las Encuestas SABA, o sea, de mis encuestas, lo detectamos tempranamente en 1993. Desde entonces he desarrollado un esquema diferente, pero que rescata lo valioso de la encuesta como concepto definitorio de Opinión Pública (Vincent Price).
Nos referimos al nuevo paradigma, del que iremos platicando en las próximas lecciones.
Salvador Borrego, Ph.D.
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