¿Cómo honrar a quienes marginamos?
Apenas hoy nos enteramos de la muerte de Severo Iglesias González; ocurrió el pasado jueves 28 de enero. Debió ser noticia de gran impacto en Monterrey; una mente brillante de un nacido aquí se apagaba, y a pesar de que vivimos tiempos de morir desapercibidos, la muerte de Severo no debió pasar desapercibida.
No lo conocí, pero conocí y conviví con muchos de sus amigos y correligionarios. Supe de sus luces y generosidad intelectual de manera indirecta pero contundente: cuando un grupo de jovencitas de la normal básica, angustiadas y confundidas con su clase de Filosofía, tuvieron el arrojo de buscar al Filósofo en la UANL, donde lo encontraron y recibieron su atención, su tiempo y explicaciones, que para ellas fueron impresionantemente esclarecedoras.
Perdió una batalla política decisiva en la UANL, y la consecuencia fue el ostracismo. Seguiría brillando, pero desde lejos; haría escuela y formaría discípulos que lo honrarían, pero no aquí; y hoy que muere, privilegio de los grandes, seguirá iluminando, con su vasta obra, a las nuevas generaciones de allá, donde fue acogido, pero también a las de acá.
Los marginados, los olvidados, los menospreciados, no deben ser honrados en su muerte por quienes los marginaron, olvidaron y menospreciaron, porque podría parecer festejo más que duelo.
Para celebrar los buenos tiempos de la juventud, Severo debe tener el mejor de los homenajes, entre sus amigos paisanos, cuidando escrupulosamente el derecho de admisión y en el clandestinaje.
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