Nuestra intelectualidad no entiende que no entiende.

 

Me conmovió esta mañana una frase de Jesús Silva Márquez: “Los encuestados por Reforma no leen Reforma”, como preámbulo a una reseña de la última encuesta nacional del referido periódico, y a los contrastes entre los resultados percibidos de AMLO y su popularidad.

 

Lo hemos dicho muchas veces, (pero los intelectuales a mí sí que no me leen, o de plano son muy cabezones), que la elección del 18 fue paradójica: la gente votó por un candidato que ofrecía cosas que la mayoría rechazaba (el error del 18); como paradójico también fue el apoyo que la intelectualidad le brindó a AMLO, contribuyendo grandemente a su triunfo; por cierto, no han ofrecido disculpas.

 

Pues bien, así como fue paradójica la elección, es ahora paradójica la evaluación a la gestión de AMLO, pero a decir verdad, es menos paradójica que la elección, por las razones siguientes:

 

  1. La popularidad de AMLO si se ha deteriorado en más de 20 puntos porcentuales en sus dos años de gobierno.
  2. La composición de fuerzas de cuando ganó la elección a la actualidad que lo aprueba, ha sufrido cambios relevantes: se ha concentrado mucho en los sectores más pobres y con menor escolaridad. Amplios sectores como el artístico y académico y profesional, ya no lo favorecen.
  3. Lo anterior representa un riesgo grande para AMLO y Morena en la arena electoral.

 

Ya ubicado en el desencanto, termina el compañero Silva con otro desatino: “Tarde o temprano caerá la popularidad de un gobierno incompetente dicen los ilusos…”. Claro que caerá si no se evitan las locuras; más aún, ya ha tenido dos caídas que ni advirtieron ni aprovecharon ustedes la intelectualidad y los encuestadores, ni la oposición que los tiene a ustedes como guías ciegos orientando a otros ciegos.

 

El mundo moderno ya no se aprecia, en sus complejidades, a través de encuestas. Ahora se hacen necesarios los Monitoreos y Cartas de Navegación Política de SABA, y hace falta que los científicos sociales de México, en especial los sociólogos y psicólogos sociales (en este caso también psiquiatras), también abandonen el área de confort de las encuestas. Es necesaria su participación en la explicación de las paradojas de la vida pública actual, como un imperativo para hacer más eficiente el trabajo político no solo de la oposición, sino también del gobierno, pues entre menos se equivoquen tanto la oposición como el gobierno, de mejor y más rápidamente saldremos de las terribles crisis que padecemos.

 

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