De nuevo, el ridículo de las encuestas.

 

En el contexto de incertidumbre sobre quién será el próximo presidente de USA, se perfila claramente una certeza: las encuestas fallaron estrepitosamente, otra vez.

 

Hace doce años, en las primarias de New Hampshire, también fallaron masivamente. En aquella ocasión me angustié, supuse que los encuestólogos gringos, ante el evidente problema, encontrarían una solución como la que yo tengo desde 1993, acaso la misma.

 

Me apresuré a participar, en aquel 2008, en el congreso de la AAPOR (Asociación Americana para la Investigación de la Opinión Pública) que fue en Nueva Orleans. Dejé constancia de que en México sabíamos por qué fallan las encuestas y que teníamos la solución a ese problema.

 

Me insistieron mucho los gringos en que publicara a detalle la metodología, que fuera a discutirla con ellos. Que les regalara mi tecnología a cambio de la fama; y yo les respondí que la tecnología que ellos desarrollan nos la dan a cambio no de fama, sino de dinero.

 

El descalabro de este 2020 es de mayor magnitud. Quizá ahora sí surja el gringo que “descubra” mi metodología y la ofrezca al mundo. Yo pasaré a ser su plagiario, con el agravante de haberlo plagiado con al menos 27 años de anticipación.

 

Por lo pronto les dejo la portada de mi último libro sobre el tema, que se puede adquirir en Amazon. Si lo leen, batallarán menos para entenderle al futuro autor de mi metodología.

 

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¡Hasta la próxima!