Vivir en tiempos de morir.

 

Apenas hace cinco días comenté que nos acercábamos al callejón de los chingadazos y también que AMLO había cruzado ya la línea de no retorno.


Hoy vivimos, con el asesinato en grado de tentativa de Ciro Gómez Leyva, el inicio de un periodo que difícilmente no será sangriento. Si nos atenemos a que la gran y única esperanza, de algunas mentes lúcidas, es que AMLO inicie un proceso de reconciliación nacional, ¡ya valió madres! ¡Nunca lo hará, salvo que a cambio le ofrendemos la más absoluta sumisión!, la razón es muy simple: ¡Los tiranos se caen cuando dejan de serlo!



Lo que más sorprende a primera vista del atentado contra Ciro, es que se haya tardado tanto, cuatro años, cuando las condiciones para agresiones de ese tipo las creó AMLO desde el inicio de su gobierno. Para ilustrar lo anterior, una anécdota: alguna vez, apesadumbrado, el presidente Adolfo López Mateos comentó a un amigo suyo lo delicado que es el lenguaje presidencial, por el entorno social obsequioso en que se desenvuelven; de gira por una ciudad del país, hizo un comentario negativo sobre un periodista local, y al día siguiente ¡éste fue asesinado! Las palabras presidenciales, aún involuntariamente, son potenciales sentencias de muerte.



Una segunda mirada para tratar de explicar por qué hasta ahora empiezan los chingadazos, es que nunca como ahora el poderío de AMLO se había visto amenazado. Desde las filtraciones de la Guacamaya y la publicación del Rey del Cash de Elena Chávez se empezaron a complicar las cosas; la marcha del 13 de noviembre fue un terrible descontón, que AMLO pretendió disimular aplicando el clinch en términos pugilísticos (esto es, abrazándose) convocando a una onerosa marcha de respuesta para el 27 de noviembre, que no pudo evitar que la oposición le tumbara su reforma constitucional para chingarse al INE, para de nuevo tratar de disimular los efectos de ese madrazo, reaccionado de inmediato con su Plan B, que ya se empantanó en el ámbito legislativo y judicial.



En resumen, nunca como hoy AMLO había estado vulnerable y podría ser que alguno de sus lambiscones haya querido abonar a su causa, eliminando al periodista con más audiencia del país, y así contribuir a la salud pública evitando muchos tumores cerebrales.


Entonces compañeros, lo que viene será muy triste. Sufriremos las consecuencias de la polarización del modo más terrible; ojalá me equivoque, pero todo indica que la Muerte ha saltado al terreno de juego; algunos morirán, a otros solo los van a maltratar físicamente y a todos o casi todos los van a amedrentar (me cagué, dijo Chumel Torres).



En consecuencia, como primera reacción, quizá veremos menos virulencia entre los comunicadores, y quizá también un poco en las redes sociales, donde el anonimato es común. Pero no podemos descartar que, pasada la primera impresión, nos empiece a valer madre todo y le entremos alegremente a los chingadazos.



Entre los sentimientos negativos que producen estas cosas, que son: incertidumbre, inseguridad, miedo, angustia y tristeza, se cuela tímidamente la esperanza con dos posibilidades: la milagrosa, que consiste en que los Morenos se le amotinen a AMLO y lo obliguen a entrar en razón, y la realista, que tiene que ver con los inescrutables caminos de Dios, para lo cual la comisionada sería la Virgencita de Guadalupe.



Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad.