¡Ay, AMLO!
Lo peor que le pudo pasar a AMLO, en su vida, fue ganar la presidencia. Claramente no es feliz; se demostró lo que muchos le advertíamos en el blanco de sus ojos: Que no tenía, ni tiene, la estatura intelectual ni emocional, para ser presidente. Pero fue electo, con el apoyo de muchos pendejos útiles que ahora lo fustigan, enardecidos, unos por genuina decepción, otros porque no recibieron de él lo que pensaban les correspondía del “botín de guerra”.
La lista de absurdos que ha dicho y hecho AMLO es bastante larga. Su fortaleza global se mantiene, pero con muchos asegunes, básicamente porque cambió radicalmente la conformación de su fuerza; ya no cuenta con el respaldo de los intelectuales, los académicos, los artistas, y en general de las personas con estudios profesionales. Se le ha concentrado en los sectores más empobrecidos, que sobreviven gracias al dinero de sus programas asistenciales, y como son los sectores menos politizados, esa fuerza que ahora tiene, para hacerse efectiva en las urnas, requiere de ilegalidades para el acarreo y de la participación del crimen organizado, como una rama o brazo armado de los “servidores de la nación”, además del dinero ilegal del huachicol y de otras fuentes.
AMLO camina hacia la puerta de salida arrastrando sus pies, confrontando realidades que muestran de manera fehaciente las consecuencias de pretender sencillo o fácil el complicadísimo arte de gobernar. Para los brillantes, de la mano de la ciencia y la experiencia es todo un reto; para alguien de la medianía de AMLO, dando la espalda a la ciencia y a quienes la han cultivado en México, era garantía de desastre; una imagen retrata la experiencia gubernamental de la 4T: a los dos días, se les cayó el tinaco.
En su ruta de salida, en su horizonte, se han esfumado la gloria y heroicidad pretendidas, aunque permanecen en los insondables misterios de la fe, de algunos de sus seguidores y quizá de él mismo, si ya se instaló su mente en la locura. Ya no hay gloria ni heroicidad, solo quedan la frustración, la decepción, quizá el arrepentimiento, y ahora, con el soplamocos que le dio Myjailo Podolyak, asesor del presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, la ridiculez.
Por otra parte, como un clavo más para su ataúd, AMLO sueña con entronizar a Claudia Sheinbaum como su sucesora, pero los simpatizantes de Morena y quienes aprueban su gestión, esto es, los suyitos, prefieren a Marcelo Ebrard. El costo de imponer a Claudia podría ser altísimo, dejar pasar a Marcelo es muy parecido a un triunfo de la oposición, y para AMLO se abrirían futuros posibles terribles.
Así las cosas, compañeros. Le he preguntado a muchos actores políticos si quisieran estar en los zapatos de AMLO, y la respuesta generalizada es que “ni locos”. Solo un priista de la vieja guardia me ha dicho que él sí; ¡de todo hay en la viña del Señor!
Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad.