Junto a la militarización, la pendejización del país.
Hace muchos, muchos años, en mi lejana juventud, acudí a un campo militar en Tampico, Tamaulipas, a solicitar una copia de mi cartilla. Me acompañó un amigo que tenía interés en saludar a un subteniente amigo suyo, quien nos recibió muy amablemente, y me apoyó indicándole a un cabo que procediera con mi solicitud.
Cuando salí con mi nueva cartilla, me pidió que se la mostrara para verificar si estaba bien, y encontró un error. Me indicó entonces que regresara con el cabo para la corrección, dándome instrucciones precisas sobre cómo habría de hacerlo: “Cabo, no sea usted pendejo, aquí hay un error”; instrucción que yo traduje como: “disculpe cabo, me indica el subteniente que aquí hay un error, ¿sería tan amable de corregirlo?; de ese modo me libré de un arresto; la disciplina ciega nunca ha sido mi fuerte.
Muchos años después, tuve otra experiencia con los milicos. Siendo profe en la UDEM, por aquellos breves años, me dieron la distinción de cantar el himno nacional en las graduaciones, llamando la atención más que mi voz, el respeto a la coma que, Don Francisco González Bocanegra (mi ancestro), pusiera después de la palabra mexicanos, para darle un sentido de arenga, y no de valsecito desabrido que adquiere cuando se brincan ese signo de puntuación.
Pues bien, en una de aquellas ocasiones llamó la atención a uno de los grandes empresarios de NL, quien sugirió a la CAINTRA me invitará para cantar el himno en su asamblea anual a la que, por aquellos años, acudía el presidente de México. Con gusto acepté, y me sorprendió que el acompañamiento sería la Banda de Guerra del campo militar.
Estuvimos ensayando, repasando las evoluciones que ellos harían antes de iniciar el himno; previo al evento, ya en Cintermex, le dimos un repaso. Yo esperaría abajo del podium, en lo que ellos las realizarían, y subiría para estar a tiempo del inicio. Para mi sorpresa, abreviaron las evoluciones y sin más se arrancaron cantando (se me apendejaron). Subí lentamente a mi lugar, y me acomodé de manera que dio la impresión de que así se había planeado.
Mi reflexión inmediata fue la siguiente: por supuesto que en sus operaciones contra la delincuencia es muy probable que también cometan pendejadas, disparando antes de tiempo, distorsionando las líneas de mando no por indisciplinados, pero sí por pendejos.
Mi reflexión de entonces ha quedado más que justificada, con los múltiples yerros de las fuerzas armadas que se han traducido en letalidad.
Pues bien, en esas andamos compañeros. La militarización del país que AMLO prometió erradicar y ahora se dispone a entronizar, nos pone a disposición, más que de la maldad, de la pendejez, que resulta por lo común más peligrosa.
Con todo lo anterior, debemos reconocer que esta condición tiene una cualidad rescatable: ¡darle un toque de uniformidad a las tareas de la 4T!
Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad.