Admiro a Porfirio Muñoz Ledo desde los tiempos de Luis Echeverría. Era admirable, desde entonces, la corrección y claridad de su discurso. En su libro Mis Tiempos, José López Portillo narra cómo le impactó la actitud digna de Porfirio cuando le notificó que quedaba fuera del gabinete. Apuntó entonces JLP, cito de memoria : “Quizá esté truncando una de las carreras políticas más brillantes”. El tiempo nos mostró que no fue así. Ha seguido siendo, hasta hoy, un personaje central en la vida política de México.

 

Con todo lo anterior, sus deficiencias en el tema estadístico le están haciendo pasar un mal momento. Ha rechazado el empate técnico que indudablemente se registró en las encuestas para elegir presidente de Morena, y en lugar de enfocarse en el triunfo en la siguiente encuesta, con la ventaja de que la secretaria general, ya definida, Citlalli Hernández, es afín a él, se ha empeñado en descalificar el proceso, para verse ignorante, no ante los legos, pero sí ante quienes tienen un mínimo de cultura estadística.

 

Para colmo de males lo están acusando de acoso sexual, justo es su ocaso sexual; y cometió un error de primaria al anunciar que tomaría la sede de Morena, para erigirse presidente legítimo. Se le olvidó que los viejos, como él, dicen lo que hicieron; los niños lo que están haciendo y los pendejos lo que van a hacer.

 

La elección de Morena, que es histórica, y debería enorgullecer a los Morenos, es un auténtico volado. Ganará el que mueva mejor sus fichas.

 

¡Es tiempo de rectificar, Don Porfirio! ¡Mario está en su papel!¡Que gane el mejor!