Si me comprendieras

Si me conocieras

Jamás dudarías

 

La dinámica de las campañas políticas deja daños que perduran en la imagen y fama pública de los actores políticos. La rentabilidad electoral de la guerra sucia, hace apetecibles las descalificaciones con independencia de si las acusaciones que se lanzan son verdaderas o falsas.

 

A final de cuentas, ganen o pierdan, con pocas excepciones, todos los actores políticos quedan desprestigiados y condenados a vivir una relación muy complicada con la gente. La fama pública de los actores políticos, casi siempre es discordante con la verdadera personalidad de ellos.

 

Por décadas he convivido con los políticos de México. La amistad con algunos de ellos se ha dado de manera natural, al margen de intereses profesionales o económicos. Y esa cercanía me ha permitido forjar una buena opinión de la mayoría de ellos, y he podido constatar contrastes abismales entre la fama pública de algunos y sus personalidades, tanto de personas valiosas no apreciadas como tales, como de malandros y pendejos con fama pública envidiable.

 

Va un ejemplo: Tuve el privilegio de ser amigo del Dr. Alfredo Piñeyro López, el Führer, ya estarán pensando algunos, y con ello actualizando todo el expediente negativo que generó su participación política universitaria. Les sorprenderán, como consecuencia, los criterios que formaban la base en su esquema de toma de decisiones; en palabras del propio Dr. Piñeyro: “Para decidir en sentido favorable por algo, se deben cumplir dos condiciones: que sea legal y que sea justo”. Sorprendente, ¿verdad?

 

Así las cosas compañeros. Si las campañas políticas privilegiaran la información y no la propaganda, llegaríamos al día de la elección conociendo muy bien a cada candidato, y nuestra decisión sería por lo común afortunada.

 

Lamentablemente llegamos mayoritariamente engañados a las urnas, por la corrupción de la información tanto en los medios como en las casas encuestadoras. Y del engaño pasaremos a la decepción, una vez más, si no hacemos un cuidadoso examen de cada candidato, para votar por quien nos parezca la mejor opción para gobernar. Y sobre todo, que orientemos nuestro voto por buenas razones, buscando el bienestar de las mayorías, y no buscando dar curso a nuestros odios inducidos, tratando de chingarnos a alguien.

 

 

 

Queda lo anterior casi como una catarsis. A final de cuentas sé que votarán, y es su democrático derecho, por quien les de su chingada gana, y que no escaparemos de la maldición que retrata Dias Gomes en su novela brasileña (1973) “El Bien Amado”, que muestra la complicada relación entre la clase política latinoamericana y sus pueblos.

 

En breve síntesis, a lo largo de toda la historia el desprestigiado jefe político fue criticado y denostado por el pueblo, pero a su muerte todos lo acompañaron en el cortejo fúnebre, y además: ¡iban llorando!

 

Así las cosas, compañeros; mundo complejo el que nos toca vivir; a final de cuentas: ¡mundo maravilloso!

 

sabacartografopolitico@gmail.com