Encuestas como propaganda: Un atentado a la democracia que debe ser tipificado como delito.

 

Recientemente, Fernando Larrazabal ha hecho algunas afirmaciones que vale la pena rescatar. Una de relativa importancia que debemos comentar, porque es una fantasía muy común entre los políticos, y la otra sí de gran trascendencia.

 

Comenta Fernando, que algunos de sus simpatizantes le hacen ver que sus eventos son muy concurridos, pero que las encuestas que se publican no reflejan esa condición de apoyo.

 

Quizá alguna vez el apoyo a un candidato se reflejaba fielmente en el número y entusiasmo de las personas que asistían a sus mítines o eventos públicos, pero ya no es así. Un candidato con un modesto apoyo ciudadano, digamos de 10 o 15%, y con una regular capacidad organizativa, puede abarrotar cualquier plaza pública, pero en modo alguno significa que por ello tenga una condición de liderazgo. Los eventos de campaña son parte fundamental del entorno social inmediato de todos los candidatos, y esos entornos sociales a todos les indican que van a ganar. Justo por ello es que se deben contratar encuestas, a las que “acuden” no solo los simpatizantes de cada candidato, sino exclusivamente quienes resultaron seleccionados para una muestra aleatoria, cuya bondad es precisamente contener a todos los estratos en una proporción muy similar a la que guardan en toda la población de electores.

 

De ese modo, para ese mitin virtual que es la encuesta, se invitará aproximadamente a un 15% de simpatizantes de ese candidato emocionado por sus mítines, pero que tiene una intención de voto a su favor de solo 15%.

 

Los mítines y los eventos son reflejo de la capacidad de organización de los equipos de campaña, no de la correlación de fuerzas; para determinar a ésta, la única vía es la realización de encuestas.

 

El otro tema que toca Fernando merece toda nuestra atención. Es una denuncia valiente, que ojalá formalice ante las autoridades electorales, en contra de “muchas casas encuestadoras que ahora las veo publicando encuestas” que le ofrecían sus servicios, “pero no eran sus servicios para hacer encuestas reales, más bien me vendían su encuesta, para que apareciera yo en los primeros lugares”.

 

Esto que denuncia Larrazabal es en verdad grave por las siguientes razones:

 

  1. Se engaña a los electores con respecto a cuál es la preferencia mayoritaria, que para muchos es la guía que orienta su voto.
  2. Generan desconfianza en las autoridades electorales y en la limpieza del proceso electoral.
  3. Favorecen los conflictos post electorales, porque los simpatizantes de los candidatos perdedores verán en el fraude electoral la única explicación de la derrota.

 

Las compañías que corrompen las encuestas deben ser llamadas a cuentas por el grave daño social que generan, pero han disfrutado de la impunidad que representa la propia naturaleza de las encuestas, donde cualquier resultado, por más absurdo que parezca, bien podría emerger, aunque su probabilidad sea ínfima;

 

siempre en un juicio tendrán a la mano la figura de “una duda razonable”. Dicho de otro modo, usar encuestas como propaganda es un crimen perfecto.

 

De ahí la relevancia de la declaración de Fernando Larrazabal. El debe formalizar una denuncia de hechos, señalando a cada una de esas casas encuestadoras que le ofrecieron engañar a los electores. Sería un gran avance dejar en firme ese testimonio, que sirva de motivación para nuevas regulaciones electorales que prevengan estas malas prácticas profesionales.

 

Alguna vez arrinconé en una agria discusión a un pobre idiota que presumía de ser el mejor encuestador de México; ¡denúnciame! me gritó desesperado, frente al candidato a gobernador que nos convocó, al verse evidenciado en sus deficiencias metodológicas. No tiene caso le dije, todavía no hemos tipificado como delito lo que haces; un día lo haremos y entonces te pondremos en la cárcel; por lo pronto puedes seguir haciendo encuestas, mientras haya quien te contrate.

 

No nos falles Larrazabal, presenta la acusación de manera formal.  Avancemos en la tipificación, como delito electoral, a el engaño a los electores usando las encuestas como propaganda, con todos sus enormes costos sociales.

 

¿Le entras?

 

sabacartografopolitico@gmail.com