Y los muchachos del barrio la llamaban loca…

 

Conozco a La Muchacha desde hace años, se podría decir que estoy enamorado de ella, pero ella no me ve. Es extraña, en ocasiones genial, extremadamente inteligente; en otras ocasiones irreflexiva, sensiblera y cursi.

 

Jamás la he pretendido, pero por azares de la vida ella se manifiesta en su pensar y en su sentir a través mío, y por ello sus pretendientes me procuran. Quieren saber que dice de ellos, que piensa de ellos. Los enamorados valoran mucho esas cosas. Solo para darnos una idea, recordemos lo que al respecto decía el sevillano Gustavo Adolfo Bécquer:

 

De lo poco de vida que me resta

diera con gusto los mejores años,

por saber lo que a otros

de mi has hablado.

 

Y esta vida mortal… y de la eterna

lo que me toque, si me toca algo

por saber lo que a solas

de mi has pensado.

 

De un tiempo acá me preocupa su salud mental. Se encaprichó con un tipejo que claramente no le convenía; le ofrecía cosas que ella no deseaba, incluso algunas que ella claramente detestaba. Nunca entendí porque lo aceptó tan entusiasmadamente, tan irreflexivamente. ¡El error del 18! Así me refiero a ese infortunio que cada día le acarrea más desgracias a La Muchacha.

 

En pocos días tendrá la oportunidad de ajustar esa relación. Quizá encuentre una ruta para liberarse de esa relación tan tóxica, pero nunca sé lo que hará con mucha anticipación. Como diría Giuseppe Verdi:

 

La donna è mobile

Qual piuma al vento

Muta d’accento

E di pensiero.

 

Ojalá, por su bien, recobre un poco la cordura y se libere, pero nada es descartable, pues a pesar de las evidencias del desastre, finalmente el amor, sí el amor, es la excepción a todas las reglas.

 

¡Hasta la próxima!

 

sabacartografopolitico@gmail.com