Siempre me ha resultado divertido el término intelectual, sobre todo cuando se aplica para auto-calificarse. Me llama la atención que algunos intelectuales no sean tan inteligentes, como para entender que las encuestas ya no sirven para medir la evolución de los procesos políticos, y fundamenten juicios basados en ellas, que les diluyen su intelectualidad, al afirmar insensateces.

 

Con todo lo anterior, son uno de los grupos sociales más valiosos para una comunidad. Ellos orientan, iluminan, son un faro de luz. A muchos de ellos los hemos seguido a través de sus libros o publicaciones en los medios, destacadamente a Gabriel Zaid, que alguna vez fuera considerando el hombre más inteligente de México, y yo entendí tal calificativo cuando supe que era tamaulipeco, y solo mencionaré a dos más: Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze.

 

Pues bien, un nutrido grupo de intelectuales, entre los cuales se encuentran los antes referidos, ha convocado a los mexicanos a unirnos contra el avance de AMLO y Morena, para quitarles, en el 21, el control de la cámara de diputados.

 

El presidente AMLO, como Juan Charrasqueado (su charrasca fueron las protestas femeniles y su cicatriz es CDMX), lanzó una respuesta equivalente a aquel célebre grito de “estoy borracho y sin embargo soy buen gallo”, que es una colección de sus fantasías y suposiciones falsas sobre la vida política nacional. Confusiones que sus seguidores le han dado por buenas y que terminaron llevándolo a la presidencia.

 

¡Señor presidente, tenga cuidado! Estos personajes se han ganado un prestigio a pulso por décadas, y descalificarlos no parece una idea muy sensata. Como a Juan Charrasqueado, yo le diría, en términos políticos, claro está: “cuídate AMLO que ya por ahí te andan buscando, son muchos hombres, no te vayan a matar”