El 7 de julio de hace 23 años, esto es, en 1993, enviamos al Gobernador de Nuevo León una cotización sobre una encuesta relacionada con la disposición ciudadana para involucrarse en programas de asistencia social como voluntarios.

En el texto que se adjunta se puede leer, al final, lo siguiente:
“El trabajo de campo puede realizarse el fin de semana inmediatamente posterior a su aprobación del proyecto, y el reporte final una semana después de la realización del trabajo de campo”
Así se trabajaba hace 23 años. Los resultados eran consistentemente lógicos, sensatos, acertados cuando se trataba de predicciones electorales; a pesar de que se entregaban los resultados una semana después de la realización del trabajo de campo.
Esto era así porque la opinión pública, la correlación de fuerzas en un proceso electoral para ser más específicos, no se modificaba de manera significativa en períodos cortos. El cambio de opinión se daba de manera paulatina. Recordemos además que por aquellos años las encuestas gozaban de un enorme prestigio. Los candidatos reconocían sus derrotas con base en los resultados que arrojaban las encuestas de salida. Para la encuesta como recurso metodológico y para los encuestadores, el mundo era color de rosa.

Pero el fin del siglo XX se caracterizó por el inicio del vértigo en la evolución de las tecnologías de la comunicación. La red de Internet y la telefonía celular, a más de emerger con fuerza inusitada, hicieron alianza y cambiaron radicalmente la forma en que la gente se informa. Dejo de ser privilegio de los medios masivos de comunicación la emisión de información; de pronto todos, o casi todos, nos convertimos en emisores de información activos dejando para siempre el rol antiguo de receptores pasivos.

La consecuencia de todo esto, lógica y natural, es que la opinión colectiva se ha hecho más dinámica, se mueve más rápido. Hoy en día, si nos tomamos una semana para informar sobre los resultados de una encuesta, estamos obligados a precisar que los resultados corresponden a la realidad social o política de hace una semana y que no tenemos la menor idea de qué estará pasando el día actual, particularmente en las encuestas sobre procesos electorales.

Sin embargo, las inercias de las décadas pasadas nos impiden ver esto con claridad. Seguimos pensando que los resultados de las encuestas corresponden al día en que nos enteramos de ellas y los descalabros no se dejan esperar. Los procesos electorales prácticamente se han convertido en un viacrusis para las compañías encuestadoras, al evidenciar que sus predicciones fallan con una frecuencia muy superior a los niveles del 95% de confianza que todavía pregonan.

Si bien las predicciones erróneas han generado reclamos airados de la clase política a los encuestadores, el problema en verdad grave que los encuestadores y sus encuestas generan a la clase política es el siguiente: les privan de la oportunidad de ser efectivos en sus campañas políticas, al inducirlos al error cuando les informan que van mejorando cuando en realidad van empeorando o que van empeorando cuando en realidad van mejorando. Esto determina que buenas estrategias o tácticas sean abandonadas y que malas estrategias o tácticas se mantengan vigentes. La consecuencia de todo esto es que tengamos más fantasías que realidades en los elementos de juico para tomar decisiones en las campañas electorales. Como a final de cuentas siempre hay un vencedor, este se queda con la idea de que sus fantasías son realidades y así se va conformando la miseria intelectual y científica que caracteriza a nuestras campañas electorales.

Ilustremos lo anterior con algunos ejemplos reales de la vida nacional en México.

EJEMPLOS

Podemos hacer la ilustración con muchos procesos que hemos monitorizado desde hace años, pero consideramos que el proceso electoral pasado para gobernador de Nuevo León es el más indicado, por su condición de haber sido público. Esto es, a tiempo real los resultados estuvieron a disposición del público. Día a día informamos a todos los candidatos si habían mejorado, empeorado o si se habían mantenido igual que como estaban en el pasado reciente. Esto se consigue al valorar los Monitoreos con los criterios de Control Estadístico de Calidad adaptados al mundo social.
Día a día también se fueron generando encuestas que a su vez permitían una comparación con los valores previos, derivando también valoraciones respecto de si se iba mejorando, empeorando o quedaba igual, en función estricta de si el valor era mayor, menor o igual.

La trampa en la que cae la encuesta es su condición promediada durante los días del trabajo de campo. Digamos por simplicidad que para un candidato hay días buenos y malos. Digamos que un trabajo de campo se realizó durante cuatro días de los cuales el primero fue muy malo, y los tres siguientes regulares. Cuando corremos el trabajo de campo un día puede suceder que el nuevo día nos arroje resultados también regulares. En consecuencia tendremos cuatro días regulares. Pero la encuesta, respecto de la anterior que contenía un día muy malo, nos indicará una mejoría y nos estará engañando. Así como en este caso hay múltiples situaciones que nos conducen a contrasentidos en las valoraciones que nos dan las encuestas.
Si vemos los datos del proceso de Nuevo León, que pueden apreciar en la presentación en Power Point, se observa que bajo el criterio simple de mayor, menor o igual descrito antes, la encuesta le mintió a Felipe de Jesús Cantú un 91.7% de las veces; a Ivonne Álvarez le mintió el 75% de las veces y a Jaime Rodríguez el 39.6% de las veces.

Alguien podría decir: es muy rigorista quedar exactamente igual o mayor o menor por cualquier diferencia. Muy bien, si le damos 1% de margen de tolerancia, esto es, si evaluamos que sigue igual cuando la diferencia con la anterior encuesta no rebasa el 1%, y que mejora si supera por más de 1% y empeora si queda por debajo la nueva encuesta en más de 1%, entonces los porcentajes de engaño son los siguientes: Para Felipe 66.7%, para Ivonne 41.7% y para Jaime 33.3%.

Si damos 2% de tolerancia entonces le mienten las encuestas a Felipe 93.8%, a Ivonne 89.6% y a Jaime 72.9% de las veces.
Si le damos 3%, 4% o 5%, los resultados son aún peores.

Es importante destacar que la situación real en el mundo de las encuestas es mucho más grave, pues en estos ejemplos los resultados de cada día del período de trabajo de campo fueron muestras aleatorias correspondientes a toda la población, y en las encuestas normales se divide el trabajo con base en criterios de rentabilidad o practicidad. Esto es, pueden iniciar en la periferia y terminar en el centro, o pueden ir de norte a sur, etc. En consecuencia las variantes son múltiples, porque el cambio de opinión no es uniforme, la opinión pública se va modificando de distinta manera en las distintas regiones y en general en los distintos estratos sociales. Luego entonces, las evaluaciones de encuesta, en la actualidad, no corresponden nunca a un momento determinado con relación a toda la población. Son un promedio no ponderado de grupos sociales indefinidos.
QUÉ HACER

La solución completa a este problema la hemos desarrollado justo desde 1993 y hoy constituye nuestro Sistema de Evaluación y Previsión Política para la Estrategia y la Táctica. Consiste en aprovechar la rama de Control Estadístico de Calidad, desarrollada justo para atender el fenómeno de dinamización de los procesos industriales y hacer los ajustes necesarios tanto en el ámbito filosófico como estadístico, para que quede la encuesta como un caso particular en esta forma más amplia de medir la evolución de los procesos sociales.

Sin embargo, para quienes todavía no evolucionan al nuevo esquema metodológico, lo recomendable es lo siguiente:

  1. Una vez decidido el tamaño de muestra de una encuesta, dividirlo en al menos cuatro partes.
  2. Entonces obtener no una muestra aleatoria del total del tamaño de muestra, sino cuatro o más muestras aleatorias que habrán de aplicarse en igual número de días de trabajo de campo.
  3. Analizar cada una de las muestras aleatorias correspondientes a cada día y también a la muestra aleatoria completa, esto es, a la reunión de todas las pequeñas muestras.
  4. Los resultados de la muestra total serán los que el cliente espera, y los cuatro o más resultados individuales mostrarán la evolución de la variación de la opinión pública durante el período del trabajo de campo.
  5. Si las evaluaciones parciales muestran altibajos siguiendo un patrón horizontal, podemos asumir que la estimación global es confiable, como consecuencia de que el proceso, al menos durante el período del trabajo de campo, es estable como solía serlo.
  6. Si el patrón que muestran las estimaciones parciales es ascendente entonces la estimación global no será muy confiable pero al menos se podrá informar al cliente que muy probablemente el valor que buscamos estimar sea mayor.
  7. Si el patrón es descendente lo que deberá informarse al cliente es que el valor que pretendemos estimar es muy probablemente menor que el que le hemos proporcionado como estimación.
  8. Otra posible conformación es la errática, para lo cual se hace necesario entrar al esquema del Control Estadístico. En estos casos no podemos anticipar ni siquiera si estamos sobreestimando o subestimando el parámetro que deseamos estimar.

CONCLUSIÓN

La encuesta como concepto que define a la Opinión Pública (Vincent Price) es inamovible, siempre estará con nosotros, pero para efectos de seguir la evolución de un fenómeno social, particularmente el político-electoral, es claramente inadecuada y dañina. En consecuencia debe ser abandonada y sustituida por esquemas dinámicos como el que hemos desarrollado en SABA CONSULTORES.