Durante muchos años, el pueblo mexicano fue invisible para los políticos. Eran  buscados cuando había algún evento de inauguración de obras, o requerían de su voto, lo cual fue llevando a un resentimiento oculto, bajo el desenfado de la indolencia. Esta indiferencia fue cavando la propia tumba de los partidos políticos que, con una dialéctica abstracta, se alejaban cada vez más de su electorado, lo cual parece siguen haciendo.

 

Andrés Manuel López Obrador, como antes he dicho, excelente comunicador ha sabido capitalizar esa indiferencia en apoyo incondicional, con un lenguaje claro y simple. Así observamos en el último monitoreo de SABA, que se mantiene y crece la aprobación por el presidente y la intención de voto por Morena.

 

Esa demagogia  que permitió esconder la tiranía en los mejores años del viejo PRI, hoy parece renacer para esconder incapacidades, transformando la mentira en esperanza. Ya decía Octavio Paz la propaganda difunde verdades a medias, o francas mentiras diría yo, algunas veces, que más tarde se convierten en verdades absolutas para la población de a pie.

 

Nada nuevo bajo el sol, sin embargo, habría que considerar lo  sucedido el año pasado en las elecciones de Coahuila e Hidalgo. Si bien el mexicano promedio de bajos ingresos que no aspira a vivir mejor y su único medio de información son las mañaneras mantiene el apoyo incondicional al presidente, existe  una clase media más informada que aunque difiere de la política actual parece no manifestarse.

 

Se dice que no hay represión, pero cualquiera que se atreva a discrepar de la opinión del patriarca, es vapuleado, atacado y desacreditado en las mañaneras; hasta en algunos empresarios se advierte temor a disentir, dado el uso político que se percibe practican las dependencias gubernamentales, como el SAT o la Secretaría de la Función Pública, ejemplos hay, lo sucedido con Nexos o Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad.

 

Es más, hasta los mismos miembros del gabinete son cautelosos en contradecir el mandato presidencial, si ellos en esa posición privilegiada actúan con sobrada mesura, el mexicano promedio lo hace mucho más, de hecho, en algunos focus group se comentan las diferencias de opinión en los sujetos de estudio, según crean que su respuesta puede ubicarlos, si es el caso, prefieren dar una buena calificación al presidente.

 

Por esta distorsión en las respuestas es que se realizan algunas preguntas de control, tales como en el indicador de mejor político, que registra una advertencia negativa, situándose en 18.4%, su valor más bajo desde el tres de julio del año pasado, cuando registró 18.2%. En este caso favorecieron la caída, como era de esperarse, los apartidistas, mientras resistieron, al contrario, los más leales a AMLO, los que lo aprueban y tienen escasa educación.