Los viejos solemos coquetear con la muerte. Sabemos que está cerca, y los amigos y seres queridos que nos han antecedido en ese último trance son tantos, que de algún modo sentimos que somos más de allá que de acá.

 

Vemos el mundo casi como algo ajeno, y extrañamos el mundo que fue nuestro mundo. Son cosas que pensamos más que las decimos, por temor a que algún acomedido nos venga a fastidiar acusándonos de tener ideas suicidas.

 

Pues bien, hoy un personaje muy querido de la izquierda iberoamericana nos anuncia su muerte. Dice que ya ve a la pinche muerte con la guadaña en ristre, esto es, lista para chingárselo.

 

Me refiero a Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, para mí uno de los mejores representantes de la izquierda de nuestros tiempos. Inteligente y sabio, que irradia bondad. Cuando escucho las denostaciones generalizadas a la izquierda, lamento que no haya más Pepes Mujica.

 

La izquierda se nutre de dos fuentes radicalmente distintas: por una parte el resentimiento, muchas veces más que entendible, y por la otra la compasión, el amor al prójimo, de quienes sin haber sufrido en carne propia las desgracias de la explotación, abrazan la lucha de clases por empatía.

 

Aunque unos y otros caminan juntos, sus personalidades son diferentes, y sus liderazgos adquieren matices radicalmente distintos.

 

Por desgracia la izquierda ha sido representada más por los primeros que por los segundos. ¡Qué le vamos a hacer!

 

¡Buen viaje mi Pepe de oro! ¡Dejas el ejemplo y dejas la esperanza!

 

Salvador Borrego, Ph.D.
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