EL SEXTANTE

Volvemos a contar con datos de SABA Consultores, dentro de su proyecto “Por un México informado”. Un primer apunte: la gran preocupación de los mexicanos es, y me temo que seguirá siendo, la inseguridad. AMLO utilizó como caballo de batalla la corrupción, y a fe que le fue bien. Probable resultado de ello es que, partiendo de una percepción ya de por sí bastante inferior a la inquietud sobre la seguridad pública, los ciudadanos cada vez sienten menos que la corrupción sea uno de sus principales problemas. Naturalmente, no hay señales ni evidencias de que las corruptelas hayan descendido. Ni tampoco, seamos realistas, tiene el Presidente la varita mágica que solucione esa sempiterna lacra. Bueno fuera.

 

Pero sí ha manejado la cuestión de un modo impecable en cuanto a sus intereses: agitó tanto el fantasma de la corrupción, y mostró tal determinación e insistencia en acabar con ella, fue a tal punto esta su bandera de campaña, que tras su éxito arrollador y la ola de confianza generada pareciera que su sola presencia eliminaría el problema. Más tranquilidad, menos cuestionamientos. Esto no quiere decir que la corrupción haya desaparecido, sino que el foco cegador que AMLO manejó en campaña se ha desenchufado. La otra cara de la moneda es que, a medida que cede la alarma por la deshonestidad, resulta más evidente que la percepción sobre la inseguridad continúa en niveles dramáticos, y que, a medio plazo, es ahí donde el gobierno de AMLO tiene su verdadero reto, más allá de esta prolongada explosión de bienintencionada esperanza. Aunque esa esperanza depositada en el Presidente no será seguramente eterna ni inagotable, lo cierto es que está durando mucho y que su capital político permanece intacto.

 

Esto es evidente, más allá de las contradicciones de quienes respaldan sus decisiones aun estando en desacuerdo con ellas. Incluso cuando muchos intelectuales y comunicadores que fueron sus voceros y portadores de incensarios han dado una clara marcha atrás que solo les ha servido para certificar su falta de credibilidad y la escasa capacidad de influencia que les queda. No hay desgaste de AMLO, salvo un pequeño repunte de quienes lo consideran el peor político, fruto de una lógica polarización. Poco más. Morena continúa con su progreso en identificación, que se dispara a partir de la toma de protesta de Andrés Manuel, cuyo éxito aúpa a su partido. Su líder enlaza su tercera alerta positiva como mejor político, y volvería a ganar la elección de celebrarse hoy, seguramente con mayor margen.

 

A quienes auguraban que sus controvertidas decisiones conllevarían su acelerado deterioro y daban por descontada su rápida caída, habría que decirles la famosa frase procedente de la traducción de una obra del dramaturgo mexicano Juan Ruiz de Alarcón: los muertos que vos matáis, gozan de buena salud. AMLO está más vivo que nunca y con toda la legitimidad para gobernar. Pero eso no basta por sí solo para conducirlo al éxito, que sería el de México y el de todos los mexicanos. Tiene que escuchar, y tiene sobre todo que pararse en los detalles, que es donde dice el refrán que, Dios nos libre, está el diablo. ¿Hay un plan concreto para acabar con la insufrible herida de la violencia? ¿Por qué en Ciudad de México, otrora su feudo, son los menos entusiastas a la hora de considerarlo mejor político? ¿Por qué los de más estudios, sector que le sostuvo por años, le están volviendo la espalda? ¿Es el PRI, con un apoyo reducido pero aún muy sólido, otro difunto que muchos mataron pero que conserva su salud?

 

Ahí están los datos: dicen los ciudadanos que entre las virtudes de AMLO está escuchar, pero también dicen que entre sus defectos está no cumplir lo prometido, no aceptar sus errores y ser arbitrario. Quien piense que estas mediciones son un instrumento para airear esos defectos se equivoca de medio a medio. En cambio, no pulirlos puede emborracharlo de éxito, lo que no sería bueno para nadie. La utilidad de estos monitoreos es pública, ahora le toca a AMLO transformar las meras percepciones en realidad. Un respaldo tan espectacular es un cheque en blanco; la autocomplacencia lo puede convertir en papel mojado. Tener a su alcance los medios y no ser capaz de utilizarlos no tendría perdón.