Con el nuevo monitoreo de SABA Consultores, tenemos un ejemplo magnífico que nos permite observar la incidencia de la actualidad en la opinión pública: sin duda, el suceso capital que se produjo en estos días fue la detención de Javier Duarte, y tanto es así, que un 27,4 % de los entrevistados afirmó que esta fue la noticia que tuvo más presente de entre las recientemente difundidas.

La primera conclusión es que refuerza claramente la recuperación de la imagen del Presidente Peña, y por ende, del desempeño de su gabinete. EPN repite prácticamente sus guarismos de la anterior medición, y obtiene la segunda alerta positiva consecutiva tanto en aprobación (27,5 %), como en desaprobación (59,6 %) y en calificación (4,7). También, a la inversa, se reduce significativamente el número de los malquerientes del Presidente, que recibe otra alerta positiva descendiendo hasta el 20,3 % en la consideración como peor político, cifras que no podía ni soñar durante la crisis de enero, momento en que alcanzó las máximas cotas de impopularidad.

Hay que reseñar que Osorio Chong también registra alerta positiva en calificación, confirmando una tendencia al alza. Todo ello parece afirmar que, como dicta el sentido común, el logro de detener a un delincuente no puede sino favorecer la imagen de los gobernantes que lo consiguen. O, desde luego, daño no les hace, como algunos han pretendido desatando teorías conspiranoicas que nos hacen pensar en extraños síndromes, como veremos después. Es interesante otro dato: estos registros positivos no lo son tanto cuando hablamos del PRI como partido.

En identificación partidista, desciende moderadamente hasta el 10 %, igual que le sucede como opción electoral. Esto entra dentro de la lógica, porque no podemos olvidar que Duarte es, al cabo, priísta y también tiene sus números: 50 denuncias en su contra y la friolera de 30 mil millones de pesos defraudados al erario público. El retorno a la actualidad de tal dislate no permite obviar la militancia de quien lo perpetró, y, en general, la decepción con la clase política que también se refleja en un aumento de quienes no apoyarían ninguna opción hasta el 30,8 %.

Pero esto último no puede en modo alguno ensombrecer una realidad palmaria: también es priísta el gobierno que lo detuvo. La oposición, casi sin excepción, ha intentado presentar el incontestable éxito de la PGR como una maniobra simulada y electorera. Más bien pareciera electorero el propio hecho de presentar así la detención de un criminal. Me temo que forma parte, y a eso me refería antes, del más que conocido síndrome de la gata Flora, también llamado en otras partes como el de la tía Sabina, y que estoy seguro de que no requiere descripciones más gráficas, ya que todos los lectores sabrán que dichos síndromes dibujan a la perfección lo que les pasa a aquellos que no contentan con nada. Otra forma de decirlo es que los hay que no saben ni con cuantas gordas llenan, ya ven lo rico que es el acervo del ingenio popular para ilustrar estas situaciones.

De modo que este tipo de actitudes han dado lugar a otro síndrome, que podríamos llamar el del boomerang. Porque la última conclusión que nos queda es que, si alguien sale perjudicado en esta medición, es Morena, y en menor medida AMLO. La declaraciones de este último definiendo a Duarte como “chivo expiatorio” o curándose en salud por lo que diga el ex gobernador sobre él no han ayudado a diluir las sospechas de vinculaciones entre ambos. La actitud general de Morena ante la detención puede ser motivo de su descenso hasta 3,6% en identificación, descenso del que parecen beneficiarse, aunque levemente, PRD y las alternativas independientes. También queda penalizado el propio AMLO, que aunque sigue dominando en el “Top of mind”, lo hace con menos claridad, si consideramos sus cifras anteriores. Concluyamos, pues: EPN no es un cadáver político, y queda mucho trecho hasta 2018. El PRI siempre vuelve.

Y AMLO sigue teniendo su peor enemigo en sí mismo, lo cual también podría ser un síndrome, en este caso el de Dunning-Kruger: un incompetente siempre sobreestima sus habilidades pero es incapaz de reconocer las de los demás.