¡Dios, qué buen vasallo, si hubiera buen señor! . – Cantar de mío Cid
Hoy los amables lectores me han de permitir la pequeña licencia de adelantarles que escribo desde el dolor. Y desde la indignación por los centenares de víctimas desatendidas que aquél que debería ser mi gobierno ha abandonado a su suerte durante días por un simple y miserable cálculo político. Dejando sentada esta premisa, analizaremos, como siempre, los datos que nos ofrece SABA Consultores, que algunos de ustedes pensaran que poca relación tienen con lo dicho, pero como se verá más adelante a través de ciertos paralelismo, existe relación y mucha.
Hoy, los vectores que debemos analizar en cuanto a lo que se espera de Claudia Sheinbaum son cuatro: la reconciliación nacional, el entendimiento con la oposición, la pena de muerte para los secuestradores y la relación con USA y Canadá. En otras palabras, la grave polarización, la crispación política, la mano dura con los delincuentes y las siempre importantes relaciones internacionales.
Empecemos por lo último. Un 91,8 % quisiera que mejoraran las relaciones con los dos vecinos del norte. Parece evidente que lo que suceda mañana en la elección estadounidense será decisivo en este aspecto, y como ya he dicho otras veces, creo que Estados Unidos está en la difícil tesitura de tener que elegir entre lo malo y lo peor. Ello sin especificar cuál de las dos opciones corresponde a Kamala o a Trump, porque no me fío de ninguno de los dos. Pero sólo en función del resultado electoral podrá definirse la relación de México con USA, en el entendido de que sea cual sea el vencedor no será sencilla.
Y estoy deseoso de ver el manejo de Claudia de un aspecto capital, como es el de la diáspora de mexicanos al otro lado del río, que son la fuente número uno de divisas y siguen, una administración tras otra, en una especie de frío limbo de abandono y dejación. Quizá sea conveniente, además de pensar en la actitud del gobierno gringo, revisar en profundidad la de los sucesivos gobiernos mexicanos.
Hasta a un 70,2 % le gustaría que se aplicara la pena de muerte a los secuestradores, lo que da una idea del hartazgo social ante el crimen y la inseguridad, pero apuntala aún más la contradicción habitual: el responsable de mitigar el problema goza de un porcentaje muy similar de aprobación. La aceptación de ese mal como inevitable es sin duda la fuente de muchos problemas.
Una mayoría aún más numerosa desea que Claudia platique con la oposición y es casi unánime el deseo de una reconciliación nacional, lo que implica la realidad de una crisis grave de polarización. Sobre las pláticas con la oposición, no lo duden, ya se irán entendiendo, porque todos son cuña de la misma madera. La pregunta es si la reconciliación nacional es una prioridad para los gobernantes o es, por el contrario, un arma política. ¿Hasta qué punto se desea entendimiento o se prefiere la crispación ciudadana? ¿Cuál es el límite que la clase política está dispuesta a asumir con tal de conservar el poder?
Como muchos de ustedes sabrán, hemos vivido en España un desastre natural con centenares de muertos. En los días iniciales de la crisis, el gobierno de Pedro Sánchez ha actuado con vergonzante y criminal dejación de funciones por mero cálculo político. Al margen de los muertos que se hubieran podido evitar, la primera consecuencia palpable fue el recibimiento popular al presidente en la “zona cero” del desastre, de la que tuvo que salir huyendo so pena de mayores consecuencias. Llegó sonriente, como si tal cosa. México, por desgracia, no es ajeno a frecuentes desastres naturales, y asimismo vimos hace poco a Claudia Sheinbaum visitar, también muy sonriente, Acapulco, para anunciar que el paquete de ayudas a los damnificados casi estaba completo. Se trata de la astronómica cifra de 8000 pesos por víctima “para limpieza”. Supongo que la cosa no quedará ahí, pero no puedo dejar de preguntarme de qué se ríen tanto ella como él en los escenarios de sendas catástrofes.
Por si no lo saben, les informo de algo: son distintos perros con el mismo collar. La 4T ha compartido con el PSOE, cuyo indigno gobierno padecemos en España, numerosos asesores e ideólogos. Pero no sólo eso: la trama de corrupción que acorrala a Pedro Sánchez tiene un enlace directo con el gobierno mexicano a través de Pedro Miguel Haces Barba, el líder sindical que apuntaló a Sheinbaum, según un informe oficial de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil española. Dime con quién andas y te diré quién eres. No estoy de acuerdo con Hobbes en que necesariamente el hombre sea un lobo para el hombre. A veces también es un ángel, y en las situaciones extremas vemos lo mejor y lo peor de la condición humana. Lo que me provoca náuseas es la actuación siempre convenenciera y especulativa de la clase política, acá y allá, al servicio de un único interés: mantener a toda costa las prebendas y las poltronas.
Los muertos son lo de menos para quienes hacen de la política el fin y no el medio. Abrazos y no balazos para los asesinos. Qué asco. La política de verdad, la gestión de lo común, la búsqueda de seguridad y bienestar de la comunidad, tal y como se concibió en la antigua Grecia, es algo que no conocen ni por el forro. El sufrimiento ciudadano nada cuenta en sus cálculos: cuenta el efecto que ese sufrimiento pueda tener en la cosecha de votos. De las tres cualidades que el Dr. Borrego señala en sus monitoreos son decisivas para un político (pasión, sentido de la responsabilidad y previsión) nuestros políticos carecen de todas ellas. Solo tenemos una maraña de sujetos de sueldos millonarios que reparten displicentes las migajas de su mesa con una sonrisa de condescendencia. Y que además padecen patologías narcisistas que exigen se les corresponda con adoración.
En lo que sí estoy de acuerdo con Hobbes es en ese Leviatán con que designa al monstruo burocrático que estamos llamando Estado. Eficaz al máximo con el terrorismo fiscal, nulo y fallido para garantizar servicios y seguridad. El ogro filantrópico de Octavio Paz tan sólo es lo primero y ha perdido todo lo segundo, transformándose en un engranaje perpetuo cuya única vocación es sostenerse y alimentarse a sí mismo, al margen de los ciudadanos. Me temo que México y España, sometidos a distintas clases de delincuentes, caminan hacia el Estado fallido. Disculpen el panorama apocalíptico, pero escribo desde el mismo apocalipsis. La única esperanza, es que cuando desaparece el Estado, a menudo surge la Nación, y sobradas muestras de ello hay en la historia a ambos lados del Atlántico. ¿Quién nos guiará?
P.D.: les dejo con esta cita del gran Gabriel Albiac, llamada a remover aún más nuestras conciencias:
“No hay Estado. Ni bueno, ni malo, ni mediano. Hay un mecanismo que provee de fondos a la desproporcionada muchedumbre de políticos, parientes y amiguetes, que la reduplicación de administraciones camufla. Y, cuando esa muchedumbre de gandules se enfrenta a una situación de crisis, no puede resultar más que un irreparable caos”.