Quien elige los medios también elige el fin. – David Hume
Toca analizar hoy, en nuestro recorrido periódico por los datos de SABA Consultores, cuestiones nuevamente relacionadas con los servicios eliminados durante el sexenio de AMLO, y también indicadores importantes en términos de popularidad de los políticos. En cuanto al tema de los servicios suprimidos, vamos hoy con el deseo o no de los ciudadanos de restituir las escuelas a tiempo completo, el Instituto de Evaluación Educativa y el Fondo de Desastres Naturales.
En el primero de los casos, un 88,7 % quisiera que se retomara el modelo, y en esa línea parece que va a ir Claudia Sheinbaum, según lo manifestó en su campaña y también hace poco más de un mes en declaración pública. No deja de ser buen síntoma que tenga intención de corregir errores previos, ojalá y tenga la misma actitud en otros campos. Las preferencias ciudadanas en cuanto al FONDEN y el Instituto de Evaluación Educativa son aún más clamorosas pidiendo su regreso: 93,2 y 94,6 % respectivamente así lo demandan. Sobre el fondo para desastres no me queda más que recordar la ancha sonrisa de Claudia visitando Acapulco, quizá se tratara de risa nerviosa, pero no sabemos si hará caso a los ciudadanos en este aspecto.
Lo del desaparecido órgano educativo merece algo de detalle: puesto que fue sustituido por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, cabe interpretar que el nuevo organismo no está funcionando al gusto de los ciudadanos. Suele pasar que, a nombre más rimbombante, menor efectividad. Veremos qué hace Sheinbaum, pero los primeros presupuestos nos anuncian recortes en salud y no dejan nada claro qué pasará en educación.
Es en cambio diáfano que le meterá más lana a los programas sociales. Digo como siempre: son necesarios como medio, pero nunca como fin. La clara intención de su refuerzo en detrimento de rubros primordiales no me hace albergar esperanzas de que Claudia piense sobre dichos apoyos de forma distinta a como lo hizo AMLO. Sabe que son la base de su éxito electoral. En todo caso, una vez más, los tozudos datos nos muestran la paradójica voluntad popular de los últimos años, que ha sido apoyar ciegamente a López Obrador estando en desacuerdo con muchas de sus decisiones.
Comentamos también hoy los indicadores de mejores y peores políticos, que son barómetros muy sugestivos de la popularidad más conspicua, es decir, qué personajes tienen seguidores más fieles. En los mejores, AMLO arrasa con más del 50 %, valor récord, o sea, sale de su sexenio por la puerta grande. Cierto es que en los peores iguala en cabeza con “villanos” habituales como EPN y Salinas de Gortari, pero al estar el dudoso honor más repartido los porcentajes son claramente menores.
Dicho de otro modo, su figura concita mucho más amor que odio. Claudia parece heredar tanto la popularidad de AMLO como las tragaderas de una mayoría que acepta incluso todo aquello que no le parece bien. Lo primero hace difícil que se desmarque de su predecesor. Lo segundo le da margen de maniobra, pero precisa y probablemente a costa de no mostrar discordancias con quien ha sido su mentor.
Estos rubros sobre popularidad de los políticos merecen comentario. Son preguntas de respuesta espontánea, al encuestado no se le menciona ningún nombre, lo cual hace la respuesta si cabe más valiosa, porque no sufre ningún tipo de inducción: expresa lo que más presente tiene en su pensamiento el ciudadano.
Pasa igual con el “Top of mind” de acontecimientos. Las preguntas abiertas tienen cierta dificultad metodológica a la hora de su clasificación y agrupación, dificultad que se reduce al mínimo cuando se trata de nombres y que es algo más prolija cuando son acontecimientos, pues un mismo hecho puede ser mencionado de manera distinta según quién lo nombre. Por supuesto que agrupar y clasificar no significa depurar, pues eliminar por la razón que sea una determinada mención es simplemente hacerse trampas al solitario.
Digo todo esto porque pasan los años (y las décadas), se acumulan los monitoreos de SABA, públicos y privados, y veo con tristeza que muchas gentes siguen sin entenderlo. Precisamente esta metodología es una herramienta imprescindible para explicar algo mucho más trascendente, de un altísimo impacto en la sociedad y en la política, y de lo que algunos parece que no pueden o no quieren darse cuenta: el nuevo y evidente paradigma que tenemos en cuanto a los medios de comunicación y a la propagación de las noticias. A eso, de lo que hace ya tiempo, hay que añadir lo que en las universidades están llamando el “despliegue horizontal de la información” a causa de las redes sociales.
Esa democratización de la información ha sido largo tiempo reclamada y no a todos parece gustarles. De lo que no cabe duda es de que ese no es el futuro, sino un clamoroso presente, y los medios tradicionales están acabados si no reformulan por completo su mentalidad. Políticos y empresarios, acostumbrados a manejar esos medios, no se quieren enterar de que la sociedad de las comunicaciones ha cambiado radicalmente y para siempre. Tampoco entienden, en su mayoría, el producto que SABA pone a su disposición, el cual no saben por dónde coger, porque ni siquiera comprenden qué es lo relevante. El ego puede más, y ese es un error capital porque nada se puede comprender si no se analiza en términos relativos y en términos globales.
Si nuestros políticos y medios de comunicación tradicionales siguen dedicándose a mirarse al ombligo, les seguirá yendo de la chingada. Por eso la alternativa es informarnos nosotros mismos con racionalidad metodológica, y por eso también los datos que nos ofrece SABA son un auténtico tesoro.
Para quien los sepa manejar e interpretar, claro está. A muchos, mientras, o bien les puede el miedo, o bien directamente no les gusta lo que ven. O no entienden ni jota. O quizá no les conviene perder su negocio. Sean cuales sean las razones, el paradigma ha cambiado y más les vale adaptarse. No han caído en la cuenta de que creen que han abolido la prostitución y lo están celebrando en un burdel. Así de ciegos están.