Fiesta del Bronco en el Pabellón M – La inseguridad y la violencia quitan el sueño a la opinión pública – Jaime pasa por alto cuestiones vitales en su informe

“¿Tu verdad? No, la Verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”
Antonio Machado

Como dice el refrán, no hay plazo que no se cumpla. Ya se cumplió el año de gobierno de don Jaime Rodríguez, y llegó el esperado “Informe de Verdades”, precedido por un baño de autocomplacencia que se dieron todos los miembros del gabinete en el periódico El Norte. Según todos ellos, Nuevo León va camino de convertirse en el país de Jauja. Será por eso que lo que hubo en el Pabellón M fue por encima de todo baile, música y celebración. No faltó ni pastel. No fue tan alegre la mañana en el Congreso, donde todas las bancadas recriminaron al Bronco la falta de resultados de su primer año de gestión. Lo que pasa es que dichas bancadas bastante tienen con arreglar sus disputas internas, y es tan baja su altura política que fueron presa fácil para don Jaime, que además tenía preparadas dos píldoras de efectismo fulminante: la requisa de la Ecovía y el cierre de las pedreras.

Estas dos medidas no cabe duda que son acertadas y positivas (aunque presentarlas en pleno informe no era ni mucho menos necesario), al margen de dos cuestiones: los intereses ocultos que pueda haber tras ellas (sobre todo tras lo de las pedreras), en cuyo caso no habrá mal que por bien no venga, y sobre todo el nulo interés y preocupación que han despertado en la opinión pública, a juzgar por los resultados de la última medición de SABA Consultores, en la que ninguno de los dos temas es ni tan siquiera mencionado por los preguntados. En las principales preocupaciones se desboca la inseguridad, con alerta negativa y un 61,8 %.

Y en lo que han tenido en mente los nuevoleoneses, la suma de todos los conceptos relacionados con la violencia (muertes, inseguridad, robos, etc.) hace un total del 36,4 % frente al 5,7 que pensaron en el “Informe de Verdades”. Si alguien pone en duda cuál es el problema que hay que atajar, o esta sordo o se lo hace. O da explicaciones tan burdas y surrealistas como las de Roberto Flores (el cual no sabe cuánto le queda en el convento), que dice que lo que pasa es que los índices delictivos suben porque la gente se atreve más a denunciar. Qué bueno que la gente esté valiente, porque si las cosas siguen por este camino lo van a necesitar. Ni qué decir tiene que tanto la Procuración de Justicia como la de Seguridad Pública son las dependencias peor valoradas, que siguen siendo las últimas de la fila con un 25,2 y un 20,1 % respectivamente.

Por supuesto, Jaime Rodríguez baja en calificación en su gestión sobre seguridad hasta un 5,5, advertencia negativa por segunda vez consecutiva y por debajo del promedio por quinta vez. Si pudieran hablar con el Gobernador, los preguntados le dirían, en primer lugar, que mejorara la seguridad. ¿Así o más claro?

Éstas son algunas de las verdades que se quedaron en el tintero del Bronco, junto con el fracaso, de momento, en su lucha contra la corrupción tanto con los funcionarios precedentes como con los de su propio gobierno, por mucho que diga que explicó de sobra lo de las cobijas. Sobre todo teniendo en cuenta que acabar con inseguridad y corrupción fue su gran promesa electoral. Promete trabajar más, y se agradece. Sería bueno que aclarara hasta cuándo.

La principal verdad que enarboló en su informe es el famoso “adelgazamiento” de la administración, cosa que está por ver, porque resulta que el gasto en nómina está siendo superior al de la época de Medina. Si el arreglo va a ser el traspaso de funcionarios a nómina privada, como se dice en España, habrá hecho un pan como unas tortas. Por lo demás, el show del Pabellón M fue a su mayor gloria, pero siguiendo con la vulgarización de la figura del Gobernador. Acercarse a la raza no tiene por qué significar restar prestigio y categoría a la máxima autoridad del Estado, pero si lo que sólo es envoltura se desenvuelve, ¿qué queda?

Una última cosa: vivimos en tiempos en los que, en política, cada vez se solemniza más lo obvio y se llena todo de palabrería. Llamar al cumplimiento de un mandato constitucional “Informe de Verdades” es poner letras de oro a lo que debería ser una obviedad. Se le supone, como el valor al soldado, al Informe de Gobierno que es veraz. Lo que faltaba es que fuera un “Informe de mentiras”. No llegó a tanto, pero por lo menos de verdades a medias, sí. Y lo peor es que no hay nadie enfrente con altura política para hacer notorio lo que es evidente.