En el primer año, la gente te trata como dios y la rechazas con desprecio; en el segundo, te tratan como dios y no les haces caso; en el tercero, te tratan como dios y lo toleras con incredulidad; en el cuarto, lo siguen haciendo y comienzas a tomarlo en serio; en el quinto, no solo lo crees: lo eres. – Adolfo López Mateos


El panorama político en México sigue marcado por las recientes marchas (que, a lo que parece, no van a ser las últimas), y por el empecinamiento de AMLO en sortear la Constitución, cosa que todo indica que logrará sin mucho miramiento. A él le hubiera gustado más actuar con la apisonadora de la mayoría cualificada, pero tenía un plan B, que consiste simplemente en cambiar de letra. El detalle está en que la docilidad de la Suprema Corte, también al parecer asegurada, permitirá que la distancia más corta entre dos puntos, el de inicio, que es un INE independiente, y el de llegada, que es un INE bajo control del gobierno, sea la curva y no la recta. Pero se recorrerá igual, y significará una regresión de imprevisibles consecuencias, por más que la 4T siga vendiendo, eso sí, con éxito, que el INE forma parte de la “mafia del poder”. Poco poder tendrá la mafia cuando el presidente hace, una y otra vez, lo que le da su rechingada gana.


Que la actualidad y la atención de los mexicanos giran en torno a ese enfrentamiento lo cantan a las claras los datos de la medición de SABA Consultores. La cuestión del INE persiste en los primeros lugares del “Top of mind”, además de la presencia, acompañando a los conceptos habituales sobre la inseguridad (que debiera ser el eje central de toda la política del gobierno), menciones a la marcha de apoyo al presidente, y a la reforma electoral. Hay que señalar que, aunque AMLO detuvo su desgaste, los réditos del ejercicio de onanismo colectivo que tuvo lugar en el Zócalo siguen siendo escasos. Continúa manteniéndose a base de lana, porque el paralelo entre su popularidad y quienes reciben apoyos sociales sigue siendo de proporción directa. Lo que sí ha sucedido es algo llamativo.


A pesar de que, por supuesto, los partidos de la oposición siguen lejísimos de poder hacer sombra a Morena (sobre todo por la ausencia patente de liderazgo), todos se han reforzado en su núcleo duro. PAN, PRI y MC registran advertencia favorable en identificación, y los dos últimos completan series por encima de su promedio. Por supuesto que en los anti hipocentros figuran estratos clásicos: los que perciben apoyos, los de menos estudios, los seguidores de AMLO. Con el PAN y MC están los de ingresos altos, pero los de Dante Delgado parecen contar con la juventud. Hacia el PRI se han volteado los de mediana edad, y los viles aspiracionistas sin escrúpulos de la clase media. Junto a todos ellos, claro está, propician sus avances quienes no perciben apoyos sociales.


Siendo muchos los que han reforzado su simpatía por los partidos opositores, no llegan aún ni a la mitad del número de los que hacen fuerte a AMLO y a Morena. Pocos recuerdan que, hace unos años, cuando AMLO amenazaba con soltar “el tigre”, no estaba más que parafraseando a don Porfirio Díaz, que en su día se refería a la temeridad de Madero y sus seguidores al dar rienda suelta al pueblo con la Revolución. Lo que siguió es historia conocida: Madero, en efecto soltó al tigre; Carranza empezó a domarlo; Calles lo enjauló; Cárdenas le limó las uñas; y de ahí en adelante el tigre pasa por el aro que le digan, y cuando le da por rugir, siempre hay quien se encarga, de Tlatelolco a Ayotzinapa, de usar el látigo, y listo. Así que el paso del tiempo ha dejado aquel tigre en gato ronroneador, porque cuando comer depende de alzar una pancarta, a quién se le puede reprochar mirar por sus hijos. El pecado mayor es del que en público pone primero a los pobres, pero por dentro los desprecia.