El único elemento que puede sustituir la dependencia del pasado es la dependencia del futuro. – John Dos Passos

 

Se sigue avanzando en el proceso de asentamiento de Claudia Sheinbaum en la presidencia, al tiempo que también se recorre el inexorable camino hacia la patrimonialización de las instituciones por parte del partido hegemónico. Es la triste pero innegable realidad, de cuya responsabilidad no quedará exenta la nueva inquilina del Palacio Nacional.

 

Hoy, en los datos que nos regala SABA Consultores, nos toca analizar más a su predecesor, en cuanto a cómo sienten los mexicanos que fue su presidencia, y algo muy interesante: cuántos de ellos querrían que siguiera en el poder. Esta última pregunta toca de lleno en un lema casi totémico en el sistema mexicano, el sufragio efectivo y la no reelección. Pero vayamos por partes.

 

Un 73 % de los ciudadanos consideran que AMLO fue un buen presidente. Dentro de ese porcentaje, casi un 40 considera que fue mejor de lo que esperaba, y algo más de un 26 que cumplió los términos de sus expectativas. Sólo un 3,7 expresa que fue menos bueno, lo cual nos indica que, a pesar de algunos vaticinios, la decepción ha sido muy escasa.

 

Esto tiene mucho que ver, huelga insistir en ello, con el cambio en la composición de sus respaldos que comentábamos la pasada semana. Pero lo cierto es que tan sólo uno de cada cinco mexicanos considera que fue un mal mandatario, e incluso la cuarta parte de ellos piensa que fue menos malo de lo esperado.

 

Esta muy generalizada estima a Andrés Manuel es completamente decisiva para entender la situación de Claudia Sheinbaum. Ya dije, también la semana pasada, que la capitalina llega a la presidencia con una popularidad prestada, y esto se ha reflejado claramente en varios aspectos. El primero de ellos, la llamativa liberalidad con la que el saliente, en pleno período de transición, ha avanzado en reformas de su propio cuño, y la nula oposición a ellas de la entrante.

 

También en el florilegio de alabanzas con las que Claudia le obsequió tanto en su toma de protesta como durante los últimos meses de mandato. Todo ello nos habla de continuidad, y con ella, de un camino claro hacia el refuerzo de la hegemonía del nuevo oficialismo, cuya mayor expresión es la concentración de todos los poderes en el ejecutivo.

 

Por ejemplo. El poder de veto a las listas de aspirantes acordado por los senadores de la mayoría oficialista, que puede generar una controversia constitucional, no hace más que confirmar sospechas. Por supuesto que la reforma judicial conducirá directamente a una dependencia de los jueces con el sistema clientelar de la 4T, es decir, la composición del poder judicial estará vinculada al poder de Morena, este al poder presidencial, y este último, a aquel otro poder al que por ahora debe todo: el de AMLO.

 

Y esto nos lleva al seguramente más trascendente y llamativo de los datos de hoy: un nada despreciable 28,3 % querría que AMLO permaneciera en el poder, contradiciendo el sagrado principio de la no reelección. Evidentemente, tal cosa no ocurrirá de manera expresa, pero tanto lo que hace (no lo que dice) AMLO como lo que dice Claudia (veremos si lo que hace) podrían ser signos de una reelección tácita. López Obrador como “jefe máximo”.

 

Ciertamente, no se puede despreciar al resto de mexicanos, más del doble, que no consideran esa posibilidad en el plano oficial, de los cuales muchos aprueban a Andrés Manuel y la mayoría no consideran la reelección por ser explícitamente inconstitucional. Pero lo mismo que de nada sirve proclamar derechos constitucionales que, en la realidad, no se hacen efectivos al estar limitados por la pobreza y la dependencia, de poco vale sacralizar el lema de la no reelección si no se dan las condiciones para que se cumpla en la práctica. ¿Se están dando cuenta de eso los ciudadanos?

 

Aquí lo difícil de entender, fuera del clientelismo, es el escaso número de mexicanos que consideran a AMLO un mal presidente, y el no despreciable porcentaje de los que incluso desearían que continuara. López Obrador, más que Calderón y Peña Nieto, debería pasar a la historia, por encima de otros atropellos, como el presidente de la muerte, y casi dos centenares de miles de asesinados así lo gritan.

 

El reciente y espantoso terror en Chilpancingo es el terror de todo México, por más que queramos cerrar los ojos a esta realidad. La crisis de violencia que vive la Nación no deja más opción que desear toda la suerte del mundo a Omar García Harfuch. La va a necesitar. Y por supuesto a Hernán Cortés, que por azares del destino es el nuevo comandante de la Guardia Nacional.

 

En cuanto a esto último, sobran las bromas porque la situación no lo permite. Los muertos viajan deprisa, decía Bram Stoker, y son casi un centenar cada día los que engrosan la macabra lista, sin que parezca un tema prioritario ni para el gobierno ni para el juicio de los ciudadanos. Estos últimos manifiestan su inquietud pero alaban sin tasa a quien no ha sabido, o querido, atajar la situación. El gobierno se pierde en guerras diplomáticas imaginarias, exhibiendo un complejo de inferioridad que hace que siempre se reaccione mal y a destiempo, implica falta de personalidad y peor memoria. La pregunta es por qué interesa minimizar, mantener o incluso fomentar esa situación. La actitud de AMLO, y con él la de Claudia y la de toda la 4T, lo digo claro, sólo se entiende desde la connivencia o la complicidad. Otra cosa no se explica.

 

En cuanto a los ciudadanos, han decidido convivir con ello porque también una inmensa mayoría vive tristemente en la dependencia y bastante tiene con la supervivencia diaria. Lo dicho por Pío Baroja en 1904 sería plenamente aplicable: “Están los que no saben; los que no quieren saber; los que odian el saber; los que aparentan que saben; los que triunfan sin saber; y los que viven gracias a que los demás no saben.

 

Estos últimos se llaman a sí mismos ‘políticos’ y a veces hasta ‘intelectuales’.” Don Pío se refería a un pueblo español acomplejado, en plena crisis, y camino sin saberlo de la mayor tragedia en siglos, la guerra civil de 1936. México lleva años viviendo una guerra, invito al lector a que se identifique con una de las categorías anteriores, y si no está en ninguna, le felicito y le invito a hacer algo. El tiempo corre en contra.