LA PARADÓJICA INDULGENCIA Pocas variaciones en la medición de SABA Consultores correspondiente al 21 de septiembre, aunque alguna de ellas llamativa. En primer término, encontramos un aparente descenso en la preocupación por la inseguridad, a pesar de que sigue siendo de largo el principal problema para los mexicanos en la media de la encuesta. Seguramente sea un descenso circunstancial, y es probable que esté provocado por el impacto causado por las inundaciones que en estos momentos vive gran parte del país. Que la mente de los ciudadanos está ocupada por esos desastres naturales nos lo confirma el “Top of mind” de acontecimientos, en el que tales hechos relegan a un segundo plano a los relacionados con la política. O a sucesos como los disturbios en la UNAM, cuyas consecuencias, sin embargo, siguen su curso, con nuevas detenciones e implicaciones.

 

El pensamiento del público tampoco se centró en el arranque de los distintos ciclos legislativos, a pesar de producirse en muchos casos los habituales cambalaches, que podrían hablarnos de que, con todo y el cambio político que se produjo en junio, permanecen muchas malas costumbres. A mi parecer, no es de extrañar, pues las protagonizan los mismos perros aunque luzcan diferentes collares. En ese contexto, encontramos de manera repentina unos muy benevolentes números para Peña Nieto, con avisos favorables en todos los indicadores. Creo, no obstante, que sus nostálgicos, que siguen sin ser demasiados, no deben hacerse ilusiones. La mejoría de sus valores no procede de los desengañados, sino de ese famoso “priísmo perdido”, o más bien desorientado, que nunca despertó en el proceso electoral. Pero si cupiera esperar un despertar del PRI, cosa que está por ver, y si eso se debiera a un desencanto por el devenir de los acontecimientos políticos, creo sinceramente que no es éste ni mucho menos el momento. De hecho, también los gobernadores obtienen calificaciones más propicias, lo que me hace pensar en una benevolencia transitoria.

 

Y es que el panorama político permanece en general inalterado desde las elecciones. AMLO se recupera de pasados indicios negativos, y su partido regresa a los valores de identificación habituales, al tiempo que, como es usual cuando se da este movimiento, se reducen los indiferentes. Los rivales de López, en cuanto a valores partidistas, siguen totalmente estancados, tanto en identificación como en intenciones electorales. Además, Andrés Manuel repunta con fuerza como mejor político, impulsado por la clase media obrera, que mantiene sus esperanzas en que el de Tabasco les proporcione el prometido cambio, y por los detractores de Peña (y, por ende, del PRI), que siguen siendo muchísimos. Todos los valores electorales están en control estadístico, lo que es muy indicativo de esa estabilidad, con la excepción del Bronco, cuyo devenir es errático. Una mayoría amplia aprueba el desempeño de AMLO como Presidente electo, lo que, aunque nadie tenga muy claro en qué consiste tal labor, nos indica que la fe de sus fieles sigue, de momento, intacta. O, al menos, que así quieren ellos que continúe. Porque, y aquí nos acercamos a la gran paradoja de la situación política de México, si pudieran hablar con Andrés Manuel, una inmensa mayoría le pediría que cumpla con sus promesas. Mas, ¿a qué promesas se refieren? La realidad, durante el proceso electoral y esta larga y anacrónica transición, es que las intenciones de López son cambiantes y muchas no son del agrado popular, como se comprueba una y otra vez en las mediciones de SABA Consultores.

 

La única conclusión posible es que un ansia de cambio y un hastío generalizado se impuso al análisis detallado sobre las propuestas de AMLO. Por eso la gran incógnita es el comportamiento de sus seguidores ante decisiones efectivas y reales que no sean de su agrado. ¿Seguirá una mayoría aceptándolo, aun cuando no se correspondan con sus deseos, o cesará esta aparentemente paradójica indulgencia cuando las expectativas de muchos se vean defraudadas? ¿Será sometido entonces Andrés a un escrutinio implacable como el de su antecesor? ¿Cuáles serían sus actitudes en tal caso? Poco más de dos meses nos separan de comprobar la distancia entre el dicho y el hecho.