Los datos de la medición de SABA Consultores del pasado día 10 vuelven a decirnos que López Obrador goza del respaldo de una mayoría. Incluso que se ha producido un repunte en esa preferencia, que como veremos puede tener diversas interpretaciones, pero una de ellas es una suerte de deseo de que haya AMLO después de AMLO.

 

La cosa es que sus niveles de aprobación permanecen estables, pero enlaza tres advertencias favorables consecutivas en calificaciones altas, favorecidas, como casi siempre, por los de menos estudios, y quienes no disponen de Internet. Y, por supuesto, con la perenne presencia de quienes reciben apoyos sociales, que desde luego ni es casual, ni está exenta de relación con la solidez de sus respaldos, por más que resulte molesto señalar esa realidad.

 

Este mismo estrato figura en el aviso positivo que se da en el indicador de quienes quieren que, en caso de consulta, López continúe. También aparece en una nueva, súbita y llamativa alerta positiva en el “Top of mind” de preferencias… para sucederse a sí mismo, en esa especie de ideal irrealizable que parece dominar los sueños húmedos de sus seguidores.

 

Finalmente, y esto es algo que ya sabíamos, sin ningún lugar a dudas el grupo de quienes reciben apoyos del gobierno es la fortaleza más sólida, constante y permanente de Andrés Manuel en las Cartas de Navegación Política. Quien quiera cerrar los ojos a esta realidad, allá con su ceguera.

 

De todos estos signos favorables al presidente, quizá el que más llame la atención sea la vigorosa alerta positiva en el “top of mind” de presidenciables. Primero porque, por ahora, el principio de no reelección hace de tal deseo un empeño imposible. Segundo, porque supone por sí mismo una expresión de desconfianza hacia los posibles sucesores, algo así como un qué será de nosotros cuando nos deje el caudillo. Y más específicamente, es una bofetada sin mano a las aspiraciones de Ebrard, además de la ya recibida por parte del propio AMLO, con la sonora desautorización, en vivo y en directo, a la estrategia anunciada por la cancillería de no acudir a la investidura del sátrapa nicaragüense Ortega.

 

Antes de hablar de la posición en la que queda Marcelo, merece la pena detenerse en los argumentos presidenciales. Resulta que el “principio de no intervención” que esgrime López parece aplicarse de un modo selectivo, porque basta para comprobarlo hacer un leve ejercicio de memoria reciente y considerar cómo actuó en el caso de Bolivia y Evo Morales.

 

Por otra parte, una cosa es la no injerencia y otra el respaldo explícito, que es a lo que se asemeja el desfiguro de Andrés Manuel cuando afirma que no está “ni enterado ni de acuerdo” con la decisión de su propia Secretaría de Relaciones Exteriores. Queda, pues, el canciller a los pies de los caballos.

 

Es muy tentador relacionar este aplauso a AMLO con respecto a los aspirantes con una aprobación a tal desautorización. Ocurre, sin embargo, que al mismo tiempo Ebrard anda bajo mínimos en preferencias en ese mismo “Top of mind”, y esto sucede desde el mes pasado.

 

No sea que Andrés esté apostando en la creencia de ser sabedor del resultado. La cosa es que ese exceso de confianza del presidente le hace estar siempre en una especie de huida hacia adelante, sosteniendo y no enmendando sus errores, y cerrando los ojos a aquello que no le conviene ver o que no concuerda con sus planes.

 

También es conveniente considerar que el “caso Nicaragua” pudo no ser casual. Porque, mientras con una mano marcaba, como siempre, la agenda en un sentido, con la otra dejaba, ese mismo día, sin recursos dos de sus proyectos estrella: las Tandas para el bienestar y los Créditos a la palabra. Ojo, porque puede que se esté acabando la lana, y él sabe que la lana es su sostén.

 

Es lo que le permite seguir gozando del favor popular mientras la inflación (el peor impuesto precisamente a los pobres) alcanza su máximo en lo que va de siglo, que ya es casi un cuarto. Mientras las matanzas y asesinatos siguen sin control, como prueban los últimos acontecimientos en Zacatecas. Mientras en el año recién terminado la salida de capitales e inversiones superó el ya triste récord que ostentaba 2020. Mientras Ómicron bate en México todos los máximos de contagios sin que tengamos nada claro cuál va a ser la estrategia sanitaria. Todo lo resuelve don Andrés con una única y repetitiva táctica a cortísimo plazo:

 

Ignorar el problema y escapar del fuego corriendo directamente hacia él. En el caso de Ebrard y Nicaragua, Andrés Manuel obvia algo. Por más que recientemente Marcelo esté perdiendo preferencias en el “Top of mind” de posibles sucesores, sigue siendo de sobra el preferido para liderar la candidatura de Morena. Y además, el que obtendría mejores resultados.

 

En la respuesta espontánea sobre candidatos, el único que evoluciona para bien es Noroña. Monreal chapotea, más que navega, sin lograr obtener el deseado favor del gran jefe. Sheinbaum sigue estable, pero poco más. La evolución favorable de Colosio puede parecer testimonial, pero no lo es tanto si consideramos, en primer lugar, que estamos en respuesta espontánea. Y también si tenemos en cuenta que es claramente el preferido para liderar la oposición.

 

Abundando en ello, resulta que en los cruces planteados por SABA, Ebrard sí saldría airoso de una pugna contra Luis Donaldo, pero no así Claudia, que estaría en empate técnico, un riesgo que la 4T no se puede permitir. Sin embargo, el arranque de soberbia de Andrés Manuel el lunes en la mañanera ha dejado a Marcelo Ebrard, que hoy en día es su mejor baza, como en el tango de Gardel: solo, fané y descangayado.

 

Y a México, que con esa actitud se alinea con potencias como Honduras, Nicaragua, Cuba o Venezuela, ayuno de lo que debería ser su natural liderazgo geopolítico en la zona. Ebrard no ha abierto la boca, se ha quedado que le pinchan y no sangra, seguramente esperando que se olvide este ridículo, de su presidente y por supuesto suyo.

 

Veremos en qué paran todas estas misas.