AMLO, como en la canción de James Brown, “Feels Good”, afortunadamente para él y para México.

 

Y esto último no lo digo por consideraciones ideológicas, y mucho menos por estar de acuerdo con su desempeño, sino por mera cuestión de praxis política, habida cuenta de la desestabilización que supondría para el país, que ya de por sí está bastante inestable, una enfermedad grave del Presidente.

 

Por ese único motivo, concuerdo con la opinión muy mayoritaria de los mexicanos, que, según la última medición de SABA Consultores, desearían su continuidad en el caso de una hipotética consulta sobre ello.

En cambio, las motivaciones propagandísticas de dicha consulta, lo extemporáneo de la misma, y el gasto innecesario que supondría, son harina de otro costal.



En ese mismo monitoreo de SABA, correspondiente al día 24, se constata también que la popularidad de Andrés Manuel sigue intacta.

 

Adicionalmente, su partido se recupera de una tendencia al desgaste tanto en identificación como en intención de voto. Parece lógico pensar que los transitorios problemas de salud de López han hecho, en esta ocasión, de escudo contra el desgaste, ya que la percepción sobre la situación nacional, desde luego, no acompaña.

 

No me cansaré, no obstante, de insistir: los datos de aprobación de AMLO son tan estables como los de su titánico esfuerzo por elevar, y después mantener, los apoyos sociales, cuyos perceptores han pasado en apenas dos años de poco más de un 30 % de las familias a más de la mitad.

 

Dicen que lo difícil no es alcanzar el amor, sino conservarlo.

 

En este caso, al margen de la exhibición momentánea de los problemas de salud, que siempre es un plus, Andrés Manuel tiene claro que la chequera ayuda, y mucho. No hay más que ver los motivos por los que quienes aprueban su gestión dicen hacerlo: por su “ayuda” a los más necesitados, por su “ayuda” a los adultos mayores, conceptos solo superados por lo que denominan “su buen trabajo”, que perfectamente puede hacer alusión a lo anterior.

 

Al hilo de estas circunstancias, el respaldo a Colosio se interrumpe, seguramente de manera momentánea, como se observa en su descenso en el “Top of mind” de presidenciables, y en su pérdida de fuerza en los cruces entre posibles candidatos, donde Ebrard le vuelve a ganar distancia, y ahora también le aventajaría Claudia Sheinbaum. Digo que es probable que sea momentáneo, porque, con mucha diferencia, sigue siendo el preferido para encabezar una coalición opositora, y esto tiene el valor añadido de que nada está haciendo para promocionarse. Igual cuando lo haga, no le va tan bien. Veremos.

 

Todo ello no es óbice para cerrar los ojos a lo que prima en la actualidad de México, y no solo en los medios, sino también muy claramente en la percepción de los ciudadanos.

 

El “Top of mind” de acontecimientos nos señala que los asesinatos de periodistas igualan al Covid_19 en el pensamiento de los mexicanos, apareciendo otros acontecimientos luctuosos, en concreto el terrible caso del bebé de Puebla, que desgraciadamente no es más que otro truculento episodio de un contexto en el que la violencia parece no tener límites ni pararse en nada. Que esta preocupación es más que reconocida por los ciudadanos nos lo indica también el rubro de principales problemas, donde la inseguridad sigue escalando, casi ininterrumpidamente, después del breve paréntesis que en marzo de hace dos años propició la aparición de la pandemia. El por qué esos mismos ciudadanos no reclaman como debieran al responsable de conducir los destinos del país, es algo que sigue siendo extremadamente llamativo.

 

México rebasa de largo el récord de muertes violentas de la época de calderón, y también el de EPN. Parece que el narco no responde precisamente con abrazos a las políticas conciliadoras. El asesinato de periodistas ha levantado una ola de indignación, pero no se le exigen responsabilidades a quien gobierna México.

 

La alcaldesa de Acapulco, que de paraíso turístico ha mutado en una de las ciudades más violentas del mundo, ha propuesto una sui generis hipótesis: la calor y el exceso de carbohidratos tienen así a la gente. Bravo, doña Adela, necesitamos ciencia que explique lo inexplicable. ¿Qué traerá esta dizque nueva izquierda, con esa obsesión de que nos alimentemos a base de hojas de lechuga?

 

Por su parte, el presidente ha sido más directo, pero poco original: lo ocurrido en Puebla con el bebé es “el fruto podrido de los años de políticas neoliberales”. Órale, pues.

 

La cuestión es que ningún gobernante, ni nacional, ni estatal, ni local, se hace responsable de aquello para lo que se le ha designado, y pase lo que pase, la culpa es externa. Los carbohidratos, los neoliberales, los Estados Unidos o los annunakis que descendieron en Babilonia.

 

Amenaza ahora AMLO con un “testamento político”, como si su misión fuera dejar en manos del pueblo unas tablas de la ley. Antonio Ortuño lo ha bautizado con acierto como el “nuevo testamento”. Más valdría que se ocupara de lo que sucede ahora, y no de lo de después. Y esperemos que el escrito en cuestión no haya sido redactado bajo un exceso de carbohidratos. No le conviene ni a su salud ni a la de la nación.