Se define Estado como la institución que posee el monopolio legítimo de la violencia dentro de un territorio.- Max Weber

Los datos de SABA Consultores del pasado lunes siguen indicando una cómoda estabilidad en la aprobación a AMLO. Tan sólo se registra un leve descenso de su calificación y una evolución de las notas altas y bajas que empeora ambos promedios. Morena recibe además una advertencia favorable en identificación partidista, reforzándose así su núcleo duro. Cabe señalar el brusco descenso de López Obrador en las preferencias espontáneas para, en su caso, auto sucederse. Tiene sentido, si consideramos que en estos días el gran jefe ha vuelto a señalar a los posibles ungidos, los dos, por cierto, envueltos en el feo asunto de la Línea 12. Todos tenemos asumido ya con naturalidad que el dedazo se viene y que el candidato designado será presidente, tal y como pasó durante tanto tiempo y no hace tantos años. El pobre Monreal sueña con que el proceso sea democrático, pero ya avisa que no lo está siendo: los sueños, sueños son.


Todo eso a los pocos días de conocer la cifra de la vergüenza que ha dado la vuelta al mundo, que es la de los más de cien mil desaparecidos que sitúan a México al nivel de las naciones más oscuras e inseguras del mundo. Es un dato escalofriante, que concuerda de pleno con la inquietud de los mexicanos. Fíjense que el mero hecho de publicar el dato es un logro de la 4T, al menos sabemos por dónde andamos y vean con lo poco que nos vamos conformando. Sin embargo, los propios datos del gobierno nos dicen que, de seguir este ritmo, el sexenio de López Obrador superará todas las marcas previas, incluyendo al de EPN, y por mucho al de Felipe Calderón. Por eso, quizá sea conveniente recordar lo que los ciudadanos piensan, sienten y perciben acerca de la gestión del gobierno del líder que mayoritariamente adoran. En primer lugar, y esto es muy sintomático por ser novedoso, hay que señalar que en las últimas semanas se han producido dos alertas negativas en el indicador de felicidad. Es novedoso porque tradicionalmente ese rubro ha sido estable, y además los mexicanos se distinguen por mostrarse felices a pesar de las dificultades.


Sin embargo, las permanentes preocupaciones e inquietudes pueden estar minando la alegría del pueblo bueno. Y es que los apoyos sociales, siempre escasos, pueden pasar a ser insuficientes o simplemente inútiles si lo que está en juego es un bien superior como la vida. Repasemos, por orden, lo que reiteradamente dicen los mexicanos que traen en el pensamiento: asesinatos, muertes, matanzas, feminicidios, inseguridad, secuestros, violencia, delincuencia… Sólo a partir de ese concepto, tímidamente, mencionan el Tren Maya o los médicos cubanos. Teniendo eso en la cabeza, declararse feliz no solo es harto difícil, sino que lo podríamos calificar como encomiable. Aun así, ese entusiasmo que caracterizó a los mexicanos durante décadas está empezando a desaparecer, por más que sea de forma muy leve, gracias al trabajo de la 4T. Dicho de otro modo, estamos ante un amor que está empezando a no ser dichoso.


Un poco más abajo en el “Top of mind”, algunos ciudadanos mencionaron que “vamos a apapachar a los narcos”. Esto, no solo por la política de abrazos y no balazos, sino porque don Andrés se descolgó descubriendo una vez más el hilo negro: los delincuentes son personas y hay que protegerlos como tales. Añadiendo después, en un nuevo cabeceo para el lado del golpe, que no fue un desliz. Creíamos que el último representante de lo que Krauze denominó la “presidencia imperial” había sido Salinas de Gortari, pero he aquí que tal dignidad ha regresado revestida de toda su gloria. Y el emperador AMLO ha tenido a bien ser magnánimo con la delincuencia organizada elevando, como en el circo romano, el dedo pulgar en señal de clemencia. Este otro dedazo no solo es hiriente para las familias de asesinados y desaparecidos, sino que debería serlo para todos aquellos mexicanos, más de la mitad, para los que la inseguridad y la violencia son sus inquietudes número uno. Incluso para todos los mexicanos de bien. Todo ello por más que la aritmética siga respaldando al presidente.


AMLO se ciscó, una vez más, en el monopolio legítimo de la violencia, y en la vinculación que existe entre el lícito ejercicio de la misma y la propia existencia y supervivencia del Estado, sin la cual víctimas y victimarios quedarían en la misma condición. Me consta que el presidente es un hombre culto, y presumo que ha leído a Max Weber. Por tanto, es probable que conozca las tres virtudes que, según el alemán, deben adornar al político: amor apasionado por su causa, ética de su responsabilidad, y mesura en sus actuaciones. No pongo en duda el compromiso del presidente con su empresa. Pero me inquieta demasiado que parezca decir lo que piensa sin pensar lo que dice, y no darse cuenta de la responsabilidad que debe acompañar a sus palabras, y es en ese abandono de toda mesura donde me genera un sinfín de dudas. Porque me resisto a creer que, además de megalómano, sea de plano un insensato. ¿Por qué y para qué generar estas polémicas aparentemente fuera de lugar? Aunque muchos piensen lo contrario, yo estoy convencido de que el presidente no es pendejo. Así que cada cual saque conclusiones sobre las razones que tantas veces le llevan a hacerle ojitos al narco, como para que no se le enfade, mientras el crimen sigue desbocado. Tanta magnanimidad me confunde.